lunes, enero 30, 2006

HISTORIA DE LA LENGUA CASTELLANA

Durante un trabajo de investigación realizado en España, me encontré con un ejemplar de la Gramática de la lengua castellana, escrita por Elio Antonio de Nebrija (1444 - 1522). Este documento fue escrito en el siglo XV y es el primer manual de la gramática Castellana que se conoce.

Elio Antonio de Nebrija se lo dedicó a la reina Isabel I de Castilla, más conocida como la Católica , consorte de Fernando de Aragón.

El texto escrito originalmente en castellano antiguo abarca cinco libros y un total de 55 capítulos. De ese volumen he rescatado los tres primeros capítulos del libro I y los hemos llevado al castellano actual para una más fácil comprensión.

Se ha mantenido la puntuación original y la estructura de las frases para que no perdieran el encanto de la redacción de esos tiempos, más de quinientos años.

Lo importante, para los efectos de nuestro texto, de la gramática de Nebrija es el estudio que hace del origen de nuestra lengua y las sabias conclusiones históricas en la que basa sus planteamientos.

Todo estudioso de la oratoria debe conocer los orígenes de la lengua en la cual se expresa. De manera especial la riqueza simbólica que encierra el idioma, decantado por los siglos de uso y su interacción con otros pueblos aportantes de frases, palabras y estilos, que nos permiten hoy construir las nuevas imágenes de la palabra, un arte donde es la palabra, como la paleta de colores lo es al pintor.

Al incluir este texto gramatical en su parte histórica no podemos dejar de mencionar algunas evoluciones de nuestro idioma en relación con el original de Elio de Nebrija.

Veamos algunas curiosidades el uso de la y en la forma que hoy la conocemos era reemplazado por una forma más latina - et -. Una frase como "y ellos dijeron" se escribía "et ellos dixeron" otra forma de empleo de la y era reemplazarla por la vocal "e" si se quería escribir "y aún espero" en castellano antiguo se escribía "e aún espero". La "x" se utilizaba en vez de la "j" y ocasiones reemplazando la "c".

Otras palabras curiosas hoy nos parecen faltas ortográficas como por ejemplo "dezir" = decir. "Nos otros" = nosotros. "Bolver"=volver. "Lo poder"= poderlo.

"Mesmo"=mismo. "lstórica= histórica. Cuia = cuya.

"Semejanca"=semejanza. "Avemos"= hemos. Ciencia= ciencia. "Escriv¡r"=escrib¡r.

La letra "z" era reemplazada por c. Por ejemplo "fuerca"= fuerza. Otras palabras se escribían : "An" = han.

"Abaxar"=abarcar. "Maior" = mayor. "Bozes" = voces.

"Absentes"=ausentes. "Dubda"= duda. "Quasi" =cas¡.
"Reies" =reyes.

Por ello les invitamos a conocer la historia de nuestro idioma y como saltando de un continente a otro llega con los primeros conquistadores a esta América nuestra.

En esta lengua castellana se han expresado con singular acierto Neruda y Gabriela Mistral.

Gramática de la lengua castellana.

Ello Antonio de Nebrija

Prólogo

A la muy alta y así esclarecida princesa doña Isabel, la tercera de este nombre, Reina y señora natural de España y las Islas de nuestro mar. Comienza la gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Nebrixa sobre la lengua castellana. Y pone primero el prólogo. Léelo en buena hora.

Cuando bien conmigo pienso, muy esclarecida Reina, y pongo delante de los ojos la antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación y memoria quedaron escritas, una cosa encuentro y saco por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de ambos.

Y dejadas ahora las cosas muy antiguas de que apenas tenemos una imagen y sombra de la verdad, cuales son la de los asirios, indios, sicionios y egipcios, en los cuales se podría muy bien probar lo que digo, vengo a las más frescas, y aquellas especialmente de que tenemos mayor certidumbre, y primero a las de los judíos.

Cosa es que muy ligeramente se puede averiguar que la lengua hebraica tuvo su niñez en la cual apenas pudo hablar. Y llamo yo ahora su primera niñez todo aquel tiempo que los judíos estuvieron en tierra de Egipto.

Por que es cosa verdadera o muy cerca de la verdad, que los patriarcas hablarían en aquella lengua que trajo Abraham de tierra de los caldeos, hasta que descendieron en Egipto, y que allí perderían algo de aquélla y mezclarían algo de la egipcia.

Mas después que salieron de Egipto y comenzaron a hacer por sí mismo cuerpo de gente, poco a poco apartarían su lengua, cogida, cuanto yo pienso, de la lengua latina, hasta que vino al estado en que la recibimos de nuestros padres, cierto tal que cotejada con la de aquellos tiempos, poco más tiene que hacer con ella que con la arábiga.

Lo que dijimos de la lengua hebraica, griega y latina, podemos mucho más claramente mostrar en la castellana: que tuvo su niñez en el tiempo de los jueces y reyes de Castilla y de León, y comenzó a mostrar sus fuerzas en tiempo del muy esclarecido y digno de toda la eternidad el Rey don Alfonso el Sabio, por cuyo mandato se escribieron las Siete Partidas, la General Historia, y fueron trasladados muchos libros de latín y arábigo en nuestra lengua castellana; la cual se extendió después hasta Aragón y
Navarra, y de allí a Italia, siguiendo la compañía de los infantes que enviamos a imperar en aquellos reinos.

Y así creció hasta la monarquía y paz de que gozamos, primeramente por la bondad y providencia divina; después, por la industria, trabajo y diligencia de vuestra real Majestad; en la fortuna y buena dicha de la cual, los miembros y pedazos de España, que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y juntaron en un cuerpo y unidad de Reino, la forma y trabazón del cual, así está ordenada, que muchos siglos, injuria y tiempos no la podrán romper ni desatar. Así que, después de repurgada la cristiana religión, por la cual somos amigos de Dios, o reconciliados con Él; después de los enemigos de nuestra fe vencidos por guerra y fuerza de armas, de donde los nuestros recibían tantos daños y temían mucho mayores; después de la justicia y ejecución de las leyes que nos juntan y hacen vivir igualmente en esta gran compañía, que llamamos reino y república de Castilla; no queda ya otra cosa sino que florezcan las artes de la paz.

Entre las primeras, es aquélla que nos enseña la lengua, la cual nos aparta de todos los otros animales y es propia del hombre, y en orden, la primera después de la contemplación, que es oficio propio del entendimiento. Ésta hasta nuestra edad anduvo suelta y fuera de regla, y a esta causa a recibido en pocos siglos muchas mudanzas; por que si la queremos cotejar con la de hoy a quinientos años, hallaremos tanta diferencia y diversidad cuanta puede ser mayor entre dos lenguas.

Y por que mi pensamiento y gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación, y dar a los hombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leyendo novelas o historias envueltas en mil mentiras y errores, acordé ante todas las otras cosas reducir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que o que ahora y de aquí en adelante en el se escribiere pueda quedar en un tenor, y extenderse en toda la duración de los tiempos que están por venir, como vemos que se ha hecho en la lengua griega y latina, las cuales por haber estado debajo de arte, aunque sobre ellas han pasado muchos siglos, todavía quedan en una uniformidad.

Por que si otro tanto en nuestra lengua no se hace como en aquellas, en vano vuestros cronistas e historiadores escriben y encomiendan a la inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, y nosotros tentamos de pasar en castellano las cosas peregrinas y extrañas, pues que este no puede ser sino negocio de pocos años.

Y será necesaria una de dos cosas: o que la memoria de vuestras hazañas perezca con la lengua; o que ande peregrinando por las naciones extranjeras, pues que no tiene propia casa en que pueda morar. En la zanja de la cual yo quise echar la primera piedra,y hacer en nuestra lengua lo que Zenodoto hizo en la griega y Grates en la latina; los cuales aunque fueron vencidos de los que después de ellos escribieron, a lo menos fue aquella su gloria, y será nuestra, que fuimos los primeros inventores de obra tan necesaria. Lo cual hicimos en el tiempo más oportuno que nunca fue hasta aquí, por estar ya nuestra lengua tanto en la cumbre, que más se puede temer el descendimiento de ella que esperar la subida. Y seguirse a otro no menor provecho que a este a los hombres de nuestra lengua que querrán estudiar la gramática del latín; por que después que sintieren bien el arte del castellano, lo cual no será muy difícil, por que es sobre la lengua que ya ellos sienten, cuando pasaren al latín no habrá cosa tan oscura que no se les haga muy ligera mayormente entreviendo aquel Arte de la Gramática que me mandó hacer vuestra Alteza, contraponiendo línea por línea el romance al latín; por la cual forma de enseñar no sería maravilla saber la gramática latina, no digo yo en pocos meses, más aún en pocos días, y mucho mejor que hasta aquí se desprendía en muchos años.

El tercer provecho de este mi trabajo puede ser aquel que, cuando en Salamanca di la muestra de esta obra a vuestra real Majestad, y me preguntó que para qué podía aprovechar, el muy reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta; y, respondiendo por mí, dijo que después que vuestra Alteza metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquellos tenían necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua, entonces, por este mi Arte, podrían venir en el conocimiento de ella, como ahora nosotros dependemos del arte de la gramática latina para depender del latín.

Y cierto así es que no solamente los enemigos de nuestra fe, que tienen la
necesidad de saber el lenguaje castellano, más los vizcaínos, navarros, franceses, italianos, y todos los otros que tienen algún trato y conversación en España y necesidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a depender por uso, podrán enterarse por esta mi obra. La cual, con aquella vergüenza, acatamiento y temor, quise dedicar a vuestra real Majestad, que Marco Varrón intituló a Marco Tulio sus Orígenes de la Lengua Latina; que Grilo intituló a Publio Virgilio poeta, sus Libros del Acento; que Dámaso papa a San Jerónimo; que Paulo Orosio a San Agustín sus Libros de Historias; que otros muchos autores, los cuales enderezaron sus trabajos y velas a personas muy ilustradas en aquello de que escribían, no para enseñarles alguna cosa que ellos no supiesen, mas por testificar el ánimo y voluntad que acerca de ellos tenían, y por que de la autoridad de aquéllos que consiguiese algún favor a sus obras.

Y así, después que yo deliberé, con gran peligro de aquella opinión que muchos de mí tienen, sacar la novedad de esta mi obra de la sombra y tinieblas escolásticas a la luz de vuestra corte, a ninguno más justamente pude consagrar este mi trabajo que a aquella en cuya mano y poder, no menos está el momento de la lengua que el arbitrio de todas nuestras cosas.
Libro primero.
En que trata de la Ortografía.
Capitulo I

En que parte la gramática en partes.

Los que volvieron de griego en Latín este nombre, gramática, llamaron la arte de letras, y a los profesores y maestros se la dijeron gramáticos, que en nuestra lengua podemos decir letrados. Esta, según Quintiliano, en dos partes se gasta: la primera los griegos llamaron methódica, que nosotros podemos volver en doctrinal, por que contiene los preceptos y reglas del arte; la cual, aún que sea cogida del uso de aquellos que tienen autoridad para poderlo hacer, defiende que el mismo uso no se pueda por ignorancia corromper.

La segunda los griegos llamaron histórica, la cual nosotros podemos volver en declaradora,por que expone y declara los poetas y otros autores por cuya semejanza hemos de hablar.

Aquélla que dijimos doctrinal en cuatro consideraciones se parte: la primera los griegos llamaron Orthographía, que nosotros podemos nombrar en lengua romana, ciencia de bien derechamente escribir. A ésta eso mismo pertenece conocer el número y fuerza de las letras, y por qué figuras se han de representar las palabras y partes de la oración.

La segunda los griegos llaman Prosodia; nosotros podemos interpretarla acento, o más verdaderamente, cuasi canto.

Ésta es arte para alzar y abarcar cada una de las sílabas de las dicciones o partes de la oración. A ésta se reduce eso mismo el arte de contar, pesar y medir los pies de los versos y coplas.

La tercera los griegos llamaron Etimología; Tulio interpretóla anotación; nosotros podemos nombrarla verdad de palabras. Esta considera la significación y accidentes de cada una de las partes de la oración, que, como diremos, en castellano son diez.

La cuarta los griegos llamaron Syntaxis, los latinos construcción; nosotros podemos llamarla orden. A ésta pertenece ordenar entre sí las palabras y partes de la oración. Así que será el primer libro de nuestra obra, de Orthographía y letra; el segundo, de Prosodia y sílaba; el tercero, de Etimología y dicción; el cuarto de Sintaxis, ajustamiento y orden de las partes de la oración.


Capítulo II
De la primera invención de las letras, y de dónde vinieron primero a nuestra España.

Entre todas las cosas que por experiencia los hombres hallaron, o por revelación divina nos fueron demostradas para pulir y adornar la vida humana, ninguna otra fue tan necesaria, ni que mayores provechos nos acarrease, que la invención de las letras. Las cuales, así como por un consentimiento y callada conspiración de todas las naciones fueron recibidas, así la invención de aquellas todos los que escribieron de las antigüedades dan a los asirios, sacando Gelio, el cual hace inventor de las letras a Mercurio en Egipto; y en aquella misma tierra, Anticlides a Menón, quince años antes que Foroneo reinase en Argos, el cual tiempo concurre con el año ciento y veinte después de la promesa hecha al patriarca Abraham. Entre los que dan la invención de las letras a los asirlos hay mucha diversidad.

Epigenes, el autor más grave de los griegos, y con él Critodemo y Beroso, hacen inventores de las letras a los babilonios, y según el tiempo que ellos escriben, mucho antes del nacimiento de Abraham.

Los nuestros, en favor de nuestra religión, dan esta honra a los judíos; como quiera que la mayor antigüedad de letras entre ellos es en edad de Moisés, en el cual tiempo, ya las letras florecían en Egipto, no por figuras de animales, como de primero, más por líneas y trazos. Todos los otros autores dan la invención de las letras a los fenicios, los cuales no menos fueron inventores de otras muchas cosas, como de cuadrar piedras, de hacer torres, de fundir metales, de formar vasos de vidrio, de navegar al tinote las estrellas, deteñir el carmesí con la flor y sangre de las púrpuras, de trabucos y hondas, no, como dijo Juan de Mena, los mallorqueses. Así
que los judíos las pudieron recibir de aquellos, por ser tan vecinos y comarcanos, que deslindaban y partían término con ellos; o de los egipcios, después que Jacob descendió con sus hijos en Egipto, a causa de aquella hambre que leemos en el libro de la Generación del cielo y de la tierra (el gramático se refiere a Génesis, libro de la Biblia que se atribuye a Moisés) lo cual se me hace más probable, por lo que entre los griegos escribe Eródoto, padre de las historias, y entre los latinos Pómpenlo Mela: que los egipcios usan de sus letras al revés, como ahora vemos que los judíos lo hacen. Y si verdad es lo que escriben, Epigenes, Critodemo y Beroso, la inventora de las letras fur Babilonia; considerando
el tiempo que ellos escriben, las pudo traer Abraham, cuando por mandado de Dios salió de tierra de los caldeos (se refiere a Ur de los Caldeos), que propiamente son babilonios, y vino en tierra de Canaán; o, después, cuando Jacob volvió en Mesopotamia y sirvió a Laban, su suegro.

Más, así como no es cosa muy cierta quién fue el primero inventor de las letras, así entre todos los autores es cosa muy constante que de Fenicia las trajo a Grecia, Cadmo, hijo de Agenor, cuando por la forzosa condición que su padre le puso de buscar a Europa, su hermana, la cual Júpiter había robado, vino a Boecia, donde pobló la ciudad de Thebas.

Pues ya ninguno duda que de Grecia las trajo a Italia, Nicostrata, que los latinos llamaron Carmenta, la cual siguiendo el voluntario destierro de su hijo Evandro, vino de Arcadia en aquel lugar donde agora Roma está fundada, y pobló una ciudad en el monte Palatino, donde después fue el palacio de los reyes y emperadores romanos.

Muchos podrían venir en esta duda: ¿quién trajo primero las letras a nuestra España, o de dónde las pudieron recibir los hombres de nuestra nación? Y aunque, es cosa muy semejante a la verdad, que las pudo traer de Thebas las de Boecia, Bacco, hijo de Júpiter y Semele, hija de Cadmo, cuando vino a España, casi doscientos años antes de la guerra de Troya, donde perdió un amigo y compañero suyo, Lisias, de cuyo nombre se llamó Lisitania, y después Lusitania, todo aquel trecho de tierra que está entre Duero y Guadiana, y pobló a Nebrisa, que por otro nombre se llamó Veneria, puesta, según cuenta Plinio en el tercer libro de la Natural Istoría,
entre los esteros y albinas de Guadalquevir; la cual llamó Nebrisa, de las nebrides, que eran pellejas de gamos que usaban en sus sacrificios, los cuales él instituyo allí, según escribe Silio Itálico en el tercer libro de la Segunda Guerra Púnica. Así que si queremos creer a las historias de aquellos que tienen autoridad, ninguno me puede dar en España cosa más antigua, que la población de mi tierra y naturaleza; por que la venida de los griegos de la isla Zacinto y la población de Sagunto, que ahora es Monviedro, o fue en este mismo tiempo o poco después, según escriben Boceo y Plinio en el Libro XVI de la Natural Istoría. Pudo eso mismo traer, poco antes de la guerra de Troya, Hércules el Thebano, cuando vino contra Geriones, rey de Lusitania, el cual los poetas fingieron que tenía tres cabezas; o poco después de Troya tomada, Ulises, de cuyo nombre se llamó Olisipo, la que ahora es Lisbona; o Astur, compañero y regidor del carro de Menón, hijo del Alva, el cual, también después de Troya destruida, vino en España, y dio nombre a las Asturias; o en el mismo tiempo, Teucro, hijo de Telamón, el cual vino en aquella parte de España donde ahora es Carthagena, y se pasó después a reinar en Galizia; o los moradores del monte Parnasso, los cuales poblaron a Cazlona, nombre sacado del nombre de su fuente Castalia; o los mismos fenicios, inventores de las letras, los cuales poblaron la ciudad de Calez, no Hércules ni Espán, como cuenta la General Istoria, o, después, los cartagineses, cuya posesión por muchos tiempos fue España.

Más yo creería que de ninguna otra nación las recibimos primero, que de los romanos, cuando se hicieron señores de ella, casi doscientos años antes del nacimiento de nuestro Salvador: por que, si alguno de los que arriba dijimos trajera las letras a España, hoy se hallarían algunos "monos", a lo menos de oro y de plata, o piedras grabadas de letras griegas y púnicas, como ahora las vemos de letras romanas, en que se contienen las memorias de muchos varones ilustres que la rigieron y gobernaron, desde aquel tiempo hasta quinientos y setenta años después del nacimiento de nuestro Salvador, cuando la ocuparon los godos. Los cuales, no solamente acabaron de corromper el latín y lengua romana, que ya con las muchas guerras había comenzado a desfallecer, mas aún torcieron las figuras y trazos de las letras antiguas, introduciendo y mezclando las suyas, cuales las vemos escritas en los libros que se escribieron en aquellos ciento y veinte años que España estuvo debajo de los reyes godos; la cual forma de letras duró después un tiempo de los jueces y reyes de Castilla y de León, hasta que después, poco a poco, se comenzaron a concertar nuestras letras con las romanas y antiguas, lo cual en nuestros días y por nuestra industria en gran parte se ha hecho. Y esto basta para la invención de las letras, y de dónde pudieron venir a nuestra España.

Capítulo III

De como las letras fueron halladas para representar las voces.

La causa de la invención de las letras primeramente fue para nuestra memoria, y después, para que por ellas pudiésemos hablar con los ausentes y los que están por venir. Lo cual parece que hubo origen de aquello que antes que las letras fuesen halladas, por imágenes representaban las cosas de que querían hacer memoria; como por la figura de la mano diestra significaban la liberalidad, por una culebra enroscada significaban el año. Más por que este negocio era infinito y muy confuso, el primer inventor de letras, quien quiera que fue, miró cuántas eran todas las diversidades de las voces en su lengua, y tantas figuras de letras hizo, por las cuales puestas en cierta orden, representó las palabras que quiso De manera que no es otra cosa la letra, sino figura por la cual se representa la voz; ni la voz es otra cosa sino el aire que respiramos, espesado en los pulmones, y herido después en el áspera arteria, que llaman "gargavero", (de aquí deriva esa palabra de uso campesino de nuestro país - guergüero) y de allí comenzado a determinarse por la campanilla, lengua, paladar, dientes y besos (Seguramente se refiere a los labios). Así que las letras representan las voces, y las voces significan, como dice Aristóteles, los pensamientos que tenemos en el ánima. Mas, aun que las voces sean al hombre connaturales, algunas lenguas tienen cierta voces que los hombres de otra nación, ni aun por tormento no pueden pronunciar. Y por esto dice Quintiliano, que así como los trepadores doblegan y tuercen los miembros en ciertas formas desde la tierna edad, para después hacer aquellas maraviíías que nosotros ios que estamos ya 0'ü'ros río podemos hacer, así los niños, mientras que son tiernos, se han de acostumbrar a todas las pronunciaciones de letras de que en algún tiempo han de usar.

Como esto que en nuestra lengua común escribimos con doblada, y asi es voz propia de nuestra nación, que ni judíos, ni griegos, ni latinos, la pueden pronunciar, y menos tienen figura de letra para poderla escribir.

Eso mismo, esto que nosotros escribimos con x, (Se refiere a dixo, que significa dijo) así es pronunciación propia de moros, de cuya conversación nosotros la recibimos, que ni judíos, ni griegos, ni latinos, la conocen por suya. Tan bien aquello que los judíos escriben por la décima nona letra de su a,b,c, así es voz propia de su lenguaje, que ni griegos, ni latinos, ni otra lengua de cuantas yo he oído, la pronuncia ni puede escribir por sus letras. Es así, de otras muchas pronunciaciones, que de tal manera son propias de cada lengua, que por ningún trabajo ni diligencia hombre de otra nación las puede expresamente proferir, si desde la tierna edad no se acostumbra a pronunciarlas.