martes, septiembre 11, 2007

La instalación y reconocimiento de la primera Junta Gubernativa en Chile
Una historia pocas veces contada

Por Alejandro Pino Uribe

Esta crónica tiene como base un escrito de don Diego Barros Arana, historiador chileno nacido el 16 de Agosto de 1830 en la ciudad de Santiago.

Don Diego Barros Arana en gran medida fue un autodidacta. Hizo sus primeros estudios en el Instituto Nacional en 1843, pero dada su naturaleza enfermiza debió retirarse al campo en el año 1849. Allí prosiguió aumentando sus conocimientos mediante la lectura de diferentes textos.

Publicó su primer ensayo histórico, el año 1850, con el título de “Estudios Históricos sobre Vicente Benavides” y “Las campañas del Sur”. Su obra más extensa y completa es la “Historia General de Chile”.

Junto a una gran cantidad de publicaciones de toda naturaleza, pero especialmente históricas, debe mencionarse su participación en la docencia:
Fue Rector del Instituto Nacional, decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, diputado de la República. En 1892 fue Rector de la Universidad de Chile.

Falleció el 4 de noviembre de 1907.

En la madrugada del martes 18 de septiembre de 1810 se registraba en Santiago un inusitado movimiento militar. Tropas y milicianos tomaban estratégicas posiciones en la capital del país, preludio de un acontecimiento extraordinario.

Los patriotas, contaban con mayoría en la ciudad y con la adhesión de los altos mando militares así como del propio “Conde de la Conquista”, don Mateo de Toro y Zambrano, que frisaba ya los ochenta años. El desplazamiento de las tropas armadas obedecía, más que nada, a una necesidad de mostrar la decisión para efectuar un acto de Independencia al cual, el partido español, se oponía abiertamente. Otra razón era evitar los desordenes, que los partidarios, podrían provocar después de reconocida la primera junta de gobierno.

La asamblea citada para ese día, debía celebrarse en la sede del cabildo de Santiago, pero dado lo estrecho del lugar se optó por hacerla en el edificio destinado al “tribunal del consulado”, inaugurado solo tres años antes.

Faltando pocos minutos para las nueve de la mañana, 350 personas se encontraban en el recinto, cien menos que las que oficialmente se habían invitado.

Se encontraban allí los jefes de las diversas corporaciones, los prelados de las distintas órdenes religiosas y muchos de los vecinos más importantes de Santiago. No se encontraba presente el regente de la Real Audiencia, lo que señalaba claramente la oposición y protesta del alto tribunal a todo lo que se acordase en la asamblea convocada.

No se había permitido la entrada a ningún hombre menor de veinticinco años. La mayoría de los presentes eran de avanzada edad y representaban a casi todas las familias de la aristocracia colonial.

Mientras se esperaba el inicio de la asamblea todos aguardaban con una ceremoniosa compostura.

Unos momentos después de las nueve de la mañana hace su ingreso el Conde de la Conquista, precedido por el cabildo y acompañado por su secretario y un asesor. Todos toman asiento en los sillones del estrado en medio del respetuoso silencio de la concurrencia.

Don Mateo de Toro y Zambrano mostraba completa entereza, aunque todos sabían que se encontraba, más contando su edad, bastante agobiado por todos los acontecimiento que se habían precipitado en la colonia.

Poniéndose de pie, el octogenario anciano se dirigió a los asistentes con estas únicas palabras “Aquí está el bastón; disponed de el y del mando”. Se volvió enseguida a su secretario Argomedo, y en voz alta le dijo: “Significad al pueblo lo que os tengo prevenido”. Ocupando nuevamente su asiento permaneció mudo e impasible durante todo el debate que posteriormente se inició.

Levantándose el Dr. Argomedo, con voz firme, sonora y tranquila, dio lectura a una declaración en nombre de don Mateo de Toro y Zambrano: “ Señores, el muy ilustre señor presidente hace a todos testigos de los eficaces deseos con que ha procurado el lleno de sus deberes. La real orden de sucesión de mandos lo elevó al puesto que hoy ocupa; lo abrazó con el mayor gusto, porque sabía que iba a ser la cabeza de un pueblo noble, el más fiel y amante a su soberano, a su religión y a su patria.
Persuadido de estos sentimientos, se ofrece hoy, todo entero, a ese mismo pueblo, aguardando en las circunstancias del día las mayores demostraciones de ese interés santo, leal y patriótico.
En manos de los propios súbditos que tanto le han honrado con su obediencia, deposita el bastón, y de todos se promete la adopción de los medios más ciertos de quedar asegurados, defendidos y eternamente fieles vasallos del más adorable Fernando. El muy ilustre ayuntamiento los propondrá primero; y todos como amantes hermanos propenderemos a un logro que nos hará honrados y felices. Este es el deseo y el encargo del muy ilustre presidente; y cuando yo he sido el órgano de manifestarlo, cuento por el más feliz de mis día, el presente.”

Materializada, oficialmente, la solemne renuncia del Conde de la Conquista, era el cabildo quien debía proponer a la asamblea la manera en que se reorganizaría el gobierno del Reino de Chile.

Levantándose, luego de las palabras del Dr. Argomedo y terminadas las aclamaciones que suscitaron sus palabras, habló a continuación el abogado don José Miguel Infante, procurador de la ciudad, quien lo hizo en representación del cabildo.

En su discurso don José Miguel Infante pasó revista a las desgracias de España, invadida por las tropas napoleónicas, y que había producido la acefalía del trono de Fernando VII de Borbón. Le recordó a los presentes las antiguas leyes de la monarquía que, habían previsto, la manera de organizar el gobierno en tales casos.

Dijo el señor Infante “No quiero excitar más vuestro sentimiento, sino sólo preguntaros: ¿Quién nos asegura que el nuevo capitán general que se dice estar nombrado (se refería al general Elío), y quien se espera de un momento a otro, no declinará en igual despotismo? ¿No bastaría esto sólo para que procediésemos, desde luego, a la instalación de la Junta Gubernativa? Si se ha declarado que los pueblos de América forman una parte integrante de la monarquía. Si se ha reconocido que tienen los mismos derechos y privilegios que los de la península, y en estos se han establecido juntas provinciales, ¿ No debemos establecerlas también nosotros?¡No puede haber igualdad cuando a unos se niega la facultad de hacer lo que se ha permitido a otros, y que efectivamente lo han hecho!

¿Esperáis acaso un permiso expreso de la suprema autoridad que reside en la metrópoli? Pues aún ese permiso lo teneís. En la proclama dirigida a los pueblos de América participándoles el concejo de Regencia, se dice que la junta de Cádiz servirá de modelo a los que quieran constituir igual gobierno. ¿No es este un verdadero permiso? A esto mismo nos instiga y nos excita el supremo concejo de regencia en un real decreto del 30 de abril último, negándonos todo recurso en materia de gracia y justicia, y ciñendo su inspección solo a conocer sobre las representaciones dirigidas a proponer planes y recursos para hacer la guerra. ¿ No es este el motivo más urgente para hacer uso del permiso que se nos tiene dado? SI no tenemos a quién dirigir nuestros recursos en materia de justicia, ¿no fijaríamos desde luego el despotismo de los tribunales? ¿Quién respetaría las faltas que cometieran? Si no tenemos quien nos provea los empleos civiles y militares, ¿no caminaríamos, necesariamente, a nuestra ruina?

Don José Miguel Infante al finalizar sus discurso procuro desalentar las iniciativas que existían contra la creación de una junta de gobierno, o junta gubernativa como se le denominaba en esos tiempos. Se esforzó por demostrar, especialmente a los españoles, que esta no era una amenaza contra nadie, ni alteraba la fidelidad al Rey de España, ni pretendía innovar en lo menor a la religión del Estado.

“Señores Europeos, estad firmemente persuadidos de que hombres inicuos han sido los que han procurado sembrar discordias con el fin de haceros oponer al justo designio de los patricios. El animo noble y generoso de estos no propende a otra cosa que ha mantener una unión recíproca. Esto exigen los estrechos vínculos que nos unen, y así espero que conspiraréis de consuno al bien de la Patria, uniformando vuestras ideas para el logro del importante y justo objeto sobre que van todos a deliberar.”

Sin embargo, las palabras de paz y de conciliación de don José Miguel Infante, no bastaron para impedir que el partido español, y algunos de sus representantes trataran de hacer oír su voz en medio de una asamblea, que, sin manifestarlo ya había hecho su opción.

Terminaba de hablar Infante , cuando de inmediato se para don Manuel Manso, administrador general de aduana. Aunque Chileno de nacimiento y hombre muy respetable para la comunidad, no era partidario de lo que estaba ocurriendo. Comenzó sosteniendo que las circunstancias en que se hallaba el país, sin enemigos exteriores y sin una causa seria de perturbación interior, no autorizaban un cambio de gobierno.

Los asistentes reprobaron sus palabras, pidiendo de inmediato el establecimiento de una junta de gobierno, interrumpiéndole abruptamente. Manso, profundamente molesto e indignado hizo abandono del lugar.

Pese a todo el destacado comerciante español, Santos Izquierdo, ex miembro del Cabildo de Santiago, luciendo en su pecho orgulloso la cruz de la orden de Montesa, trato de rebatir lo expresado por José Miguel Infante. La asamblea no tardó mucho en acallar sus reclamos, viéndose obliga a dejar inconcluso el discurso recién iniciado.

La actitud de los asambleístas no dejaba dudas sobre los propósitos mayoritarios que allí imperaban.

Si mayor preámbulo la creación de una Junta de Gobierno fue aprobada por aclamación. La casi unanimidad de los presentes se puso de pie, gritando a grandes voces: “Junta queremos”.

Levantándose José Miguel Infante, nuevamente, fue proponiendo uno en pos de otro, los nombres de los integrantes de la junta: don Mateo de Toro y Zambrano, para presidente; el obispo electo de Santiago don José Antonio Martínez de Aldunate, para vicepresidente; don Fernando Marquez de la Plata; el doctor don Juan Martinez de Rozas y don Ignacio de la Carrera, para vocales. Las designaciones fueron ratificadas con grandes aclamaciones.

Cuando parecía que la asamblea llegaba a su término, uno de los concurrentes, el abogado don Carlos Correa, señalando el deseo de otros participantes en el acto, solicitó que se agregaran dos integrantes más a la junta gubernativa. Aceptada la petición , se propuso una votación con cédula secreta en la cual debía inscribirse un solo nombre. Practicado el escrutinio, en medio de una gran animación de los asistentes a la asamblea, fueron aclamados con prolongados aplausos como integrantes de la nueva junta, el Coronel Francisco Javier de Reina con 99 votos y don Juan Enrique Rosales con 89 votos.

Finalmente, con el mismo regocijo, según señala el escrito de don Diego Barros Arana, fueron designados como secretarios los doctores José Gaspar Marín y José Gregorio Argomedo, quienes tenían amplia reputación de tener “notoria literatura, honor y probidad que se han adquirido a toda satisfacción del pueblo”.

Finalizada la elección e investidos en sus respectivos cargo prestaron el juramento de rigor.

Todos los cuerpos militares, prelados, jefes de servicios públicos, religiosos en general y vecinos juraron, en ese mismo acto, obediencia y fidelidad a la junta recién instalada en nombre del Rey Fernando VII.

La asamblea iniciada a las 9 de la mañana, comenzaba a disolverse cuando los relojes coloniales marcaban las 3 de la tarde.

Todos los asistentes acompañaron en medio de vítores hasta su casa al Conde de la Conquista y así, a cada uno de los vocales elegidos haciendo resonar el calzado en las calle empedradas. Las campanas de la iglesias repicaba con gran estruendo, anunciando a la ciudad de Santiago el cambio de gobierno que acababa de ocurrir.

Todo el vecindario celebrada alborozado. Durante las cinco horas que duró la asamblea no se registró ningún acto de desorden. Cuando se anunció que la Junta de Gobierno quedaba instalada oficialmente, el pueblo prorrumpió en vivas y aplausos.

Por la noche Santiago estaba iluminado. Las familias más prominentes instalaron antorchas y candelas en el frente de las casas. Se organizaron bandas de improvisados músicos que fueron a dar serenatas a la casa de don Mateo de Toro y Zambrano. También fueron a la casa de sus hijos y de los otros vocales elegidos. La fiesta duró hasta el amanecer.

La verdad es que la Junta se había instalado en nombre del Rey de España Fernando VII de Borbón y para defender sus derechos hereditarios sojuzgados por Napoleón. Probablemente ese era el deseo sincero de la mayoría de los participantes en la asamblea. En el acta de instalación se presentaba este acto como algo estrictamente legal y permitido, además, por las autoridades que gobernaban en España en nombre del Rey. Lo vocales de la nueva junta, cuando prestaron juramento, lo hicieron señalando “obedecer las antiguas leyes de la monarquía y de defender este reino hasta con la última gota de sangre, de conservarlo al señor Don Fernando VII, a quien debía estar siempre sujeto, de reconocer al supremo concejo de regencia y de mantener las autoridades constituidas y los empleados en su respectivos destinos”.
Pese a todo cierto es que sin proponérselo concientemente, es día 18 de Septiembre todo comenzaba a cambiar. Por la tarde un propio fue despachado a Buenos Aires, para comunicar el acontecimiento. La misiva comenzaba señalando, casi proféticamente, “El 18 de septiembre es el día más grande de Chile”.

La resistencia puesta a la constitución de la Junta Gubernativa por parte del partido español, y de la propia real audiencia, era una clara señal que quienes se oponían a cualquier afán independentista, sabían la gravedad que envolvía para España el acto realizado en esta lejana colonia de América.

No todo fue fácil. El 18 de Septiembre ningún representante del tribunal supremo , o Real Audiencia, se hizo presente en la asamblea. Pese a los reclamos del pueblo que exigía que los oidores comparecieran a prestar juramento, y dado lo avanzado de la hora se acordó citarlos para el día miércoles 19 de septiembre a las 12 del día a cumplir con ese gesto solemne.

La Real Audiencia se empeñó en no cumplir con esa obligación. Exigieron que previamente se les enviara copia del acta de constitución de la Junta de Gobierno. Esta se negó, en términos claros y perentorios enviando una nota escrita al alto tribunal que en una de sus partes decía: “Concurriendo V.S. a este palacio, en la hora, que se tiene prefijada, se leerá previamente el acta de la instalación de la junta provisional gubernativa, para que, impuesto de su contenido, le preste, V.S. su reconocimiento”.

Los oidores, sin embargo, aún se resistieron a esta severa conminación. Desconociendo la autoridad de la Junta respondieron, dirigiéndose solo al Conde de la Conquista en su calidad de Presidente y Capitán General interino del reino. En la misiva le instaban a Mateo de Toro y Zambrano a restablecer el régimen antiguo y le representaban la ilegalidad del cambio que se había hecho, haciéndole responsable de las consecuencias de aquella innovación, declarando que de no hacerlo así, la audiencia se limitaría a administrar justicia en cumplimiento del encargo del Rey, a quien daría cuenta de todo, y manteniéndose, entretanto, sin intervenir de manera alguna en materia gubernativa.

La carta de respuesta de la Real Audiencia provocó indignación entre los integrantes de la Junta de Gobierno y ese día, 19 de septiembre respondieron , con la firma de su Presidente, con singular dureza: “Cuando V.S. expone en su oficio de hoy, todo lo tuvo presente la presidencia antes de decidirse a la convocación del congreso del día de ayer e instalación de la excelentísima Junta provisional Gubernativa. Ella está resuelta a hacerse reconocer en la hora y día prefijados. Sentiría infinito que concluido ya el expediente y afianzada ya la materia, de V.S. lugar a novedades que la obliguen a tomar providencias serias y ejecutivas, especialmente en circunstancias que constando a V.S. la aclamación universal del pueblo que ha constituido majestuosa y uniformemente este respetable cuerpo, insista todavía en sembrar con sus oficios el germen de las desavenencias, conducta por cierto muy ajena de un tribunal del rey, que, en fuerza de sus obligaciones, debe aspirar a la unión y a la concordia”.

Al finalizar el oficio, el presidente de la junta, ordenaba que al acto de juramento no concurriera un representante del tribunal si no que todos sus integrantes.

La resistencia terminó. A las 12 del día 19 de septiembre concurrieron los oidores a la casa del Conde de la Conquista: “puestas las manos sobre los santos evangelios, juraron y prometieron respetar y obdecer a la dicha excelentísima junta gubernativa, y lo firmaron bajo las protestas que tienen hechas en sus oficios”.

Un cronista de la época señala que en este acto, y antes que ingresaran los integrantes de la Real Audiencia, a la casa del Conde de la Conquista, se instaló una banda en las afueras que ofreció un concierto. A su salida se toco la “marcha de la guillotina”, que se presume era el himno nacional de Francia, La Marsellesa.

El día 19 de Septiembre, a las primeras horas de la tarde, se daba a conocer a través de bandos leídos en voz alta, como se acostumbraba, el acta de constitución de la nueva Junta Gubernativa. Para cumplir con esa ceremonia de leer el bando en diferentes esquinas de la ciudad, se organizó una vistosa columna de mil hombres armados, que marcharon al son de tambores y música. Quinientos cincuenta soldados pertenecían al Regimiento de caballería del Príncipe y encabezan la marcha, Detrás de ellos iba el escribano de gobierno encargado de hacer la proclamación, rodeado del Alcalde don Agustín de Eyzaguirre y de los regidores don Fernando Errázuriz y don Francisco Antonio Pérez García, todos montados en briosos corceles lujosamente enjaezados . Cerrando la columna marchaban a pie los soldados de las compañías de dragones de Concepción y Santiago al mando del Capitán Juan Miguel Benavente.

Entrada la tarde, se efectuó un sarao y se ofrecieron refrescos en la casa de don Mateo de Toro y Zambrano con la asistencia de los principales de la ciudad.

Por la noche del 19 de Septiembre se esparció el rumor de un posible levantamiento en contra de la recién constituida Junta de Gobierno. Se hablaba que marchaba hacia Santiago, una columna de mil quinientos milicianos procedentes de Quillota, y comandados por don Tomás de Azúa , marqués de Cañada hermosa, quien anticipadamente se había declarado enemigo de cualquier cambio de gobierno en Santiago.

Durante toda la noche del 19 al 20 de Septiembre, se rodeó Santiago de centinelas y tropas que vigilaron atentamente. Nada ocurrió todo no pasó de ser más allá de un rumor.

El día 20 de Septiembre, el Cabildo decretó que se hiciera la “Jura popular” de las nuevas autoridades ante todo el pueblo. Para cumplir con ese propósito se instaló, en la Plaza Mayor, un estrado, que permitía la observación de todos los concurrentes. Allí en el tablado se instalaron los vocales de la junta; y después de anunciarse el cambio de gobierno, recibieron el juramento del Cabildo de Santiago, como representantes de la ciudad, de los jefes militares, de los canónigos Vicente Larraín y Juan Pablo Fretes en representación del clero secular y de los provinciales de las órdenes religiosas, con la sola excepción del de la Merced, que no quiso concurrir al acto. Los cuerpos de las milicias juraron sobre sus estandartes, mientras el pueblo recibía monedas que les lanzaban desde diferentes lugares, como era la costumbre de la época, y en medio de grandes expresiones de alegría.

El acto finalizó con tres salvas de 21 cañonazos. Premonitoras talvez que muchos más se dejarían escuchar, antes que Chile fuera verdaderamente una república independiente.
LA CUBA DE FIDEL

Alejandro Pino Uribe

Debo confesar que nunca estuvo en mis planes visitar Cuba. Por nada especial. Nunca me ha atraído el Caribe, será porque no soy hombre de playas y de largas jornadas bajo el sol y frente al mar.

Pensé, equivocadamente, que sería una lata, especialmente cuando se trata de una República anacrónica en términos de desarrollo. Una suerte de museo sociológico viviente. La última muestra de un modelo de sociedad organizada y dirigida bajo los cánones del marxismo.

Le podrá parecer, a los admiradores o simpatizantes del Gobierno Cubano y de su líder Fidel Castro, nuestra primera afirmación un prejuicio o un concepto demasiado estricto. A quienes no les simpatiza este gobernante que se mantiene en el poder desde 1959, les parecerá miel sobre hojuelas. Podrán pensar, aquí hay un periodista que contará la verdad sobre Cuba.

El problema que tengo luego de volver de la Isla, la llave del caribe, como se identifica en su escudo patrio, es que me cuesta definir cuál es la verdad de este país y de sus gobernantes. La verdad del proceso Cubano me ha resultado relativa e incompleta, de uno u otro lado del prisma con que medimos los valores de la democracia.

Tan anacrónico como su sistema de gobierno, es el bloqueo que por más de dos décadas mantiene Estados Unidos. Es una medida que no tiene justificación, más allá de ser casi una tradición de las administraciones norte americanas, sean demócratas o republicanas y un resabio de la guerra fría, cuando la Unión Soviética surtía a Cuba en la mayoría de sus necesidades.

La Cuba de hoy, la del siglo XXI, es diferente y se puede mirar con otra cara, incluso a su propio gobierno.

El País

Al aterrizar en la Habana esperaba encontrarme con un aeropuerto viejo y dejado de la mano de lo moderno. Primero, me extrañó la longitud de la pista; larga, francamente interminable. Esperaba encontrarme con muchos aviones de la cubana de aviación. Había pocos, viejos y algunos desarmados. La gran mayoría rusos.

Primera sorpresa, un edificio moderno. Líneas arquitectónicas de vanguardia. Mangas para la salida de los pasajeros. Incluyendo accesos al área de inmigración con todas sus casetas de atención disponibles para atender al numeroso grupo de viajeros que, a ciertas horas, debe aprender a esperar con mucha paciencia que su documentación sea revisada. El promedio de demora es de 15 a 20 minutos por pasajero. Los pasaportes son revisados en detalle y los computadores, al parecer bastante lentos en su operación, son consultados frecuentemente.

La visa es un papel que generalmente tramita y autoriza la agencia de viajes. Se nota que en este aspecto no hay ningún tipo de discriminación. Tienen incluso la consideración de timbrar solo esa hoja separada y no el pasaporte, para que no tenga problemas si viaja a Estados Unidos y le ven un timbre de inmigración de Cuba, ya que tendría que dar bastantes explicaciones.

Al presentar mi pasaporte, le pedí expresamente a la simpática funcionaria que además de timbrar la visa, lo hiciera también con mi documento de viaje, que ya exhibe bastantes sellos de diferentes latitudes. Incluye un timbre del consulado de Estados Unidos en Madrid donde se me niega la visa a ese país, por motivos que nunca me quedaron claros, por lo que me da lo mismo el que mi pasaporte luzca el timbre de ingreso a la Habana. Sonriendo sella mi pasaporte, por supuesto con tinta roja, y me dice, casi en tono de pregunta “usted viaja mucho. Sí, respondo modestamente, es que soy periodista”, acordándome de mi añoso amigo y colega JJ Verne, que se enorgullece de tener una colección de pasaportes, incluyendo uno que tiene el orificio de una bala calibre 45 y manchas de sangre que, según asegura, es propia y derramada en el tiroteo que siguió al rescate de los rehenes Israelíes en el aeropuerto de Entebbe, en Angola. Pero esa es otra historia.

Punto a favor de Cuba. Creía encontrar funcionarios de rostro adusto, y con cara de pocos amigos. Encuentro gente simpática y muy profesional en su trabajo.

Al pasar por un pasillo del aeropuerto internacional José Martí, me topo con un empleado llevando varias cajas de coca cola. Pienso en el bloqueo norteamericano e imagino las vueltas que ha dado esta bebida emblemática de los Estados Unidos para llegar a la tierra de Fidel.

Mi encuentro con Cuba es por la amplia puerta de la histórica y aún españolísima ciudad capital de La Habana. Es la tierra del ron y del tabaco; pero que contrasentido, también es la tierra del dólar.

Todo funciona en torno al dólar y ahora la consigna más importante dice “Turismo es revolución”.

Cuba con su apertura a los turistas, para enfrentar la falta de divisas, ha iniciado una lenta y paulatina transformación de sus costumbres y de sus leyes. Lo que no ha conseguido el absurdo bloqueo norteamericano, de alguna manera lo está logrando el casi millón y medio de visitantes que, año a año, llegan a bañarse en las hermosas e inimitables playas de Cuba, o impregnándose de un pasado que se mantiene cuidadosamente en los numerosos sitios y museos de la Isla.

Pero Cuba es un país de lemas, llamados y consignas. Las autopistas que llevan a los exclusivos balnearios de la isla no exhiben letreros camineros con oferta de productos como estamos acostumbrados en Chile. El Patria o muerte está en toda parte. Llamados a aumentar la producción, a mejorar la educación, a trabajar más, a defender el turismo, son frecuentes, incluyendo rayados en los muros de fábricas y centros agrícolas.

El son, el bolero, la salsa, el mambo, todos los ritmos tropicales, parecen que forman parte del ambiente urbano y rural de la Isla de once millones de habitantes.

El cubano es alegre. Tiene ritmo en el hablar, cuando camina, baila o canta. Existe en la Isla, como escribió Arthur Miller, una pobreza simétrica. Es una pobreza que se asume con dignidad y por la cual uno no puede sentir más que respeto. Son gente esforzada, que disfraza sus apreturas y necesidades con una sonrisa fácil y un gesto amistoso.

Los grandes hoteles se alzan majestuosos. Imponentes en su lujo. Excluyentes cuando se trata del cubano medio. Sonrisas y reverencias solo para el extranjero.

Si espera encontrar una gran cantidad de automóviles antiguos se desilusionará. Los hay; pero ya no parecen tantos como en el pasado, cuando su única competencia eran los Lada soviéticos. Ahora se cruza con Mercedes, BMW, Audi, Alfa Romeo que se arriendan en dólares, lógicamente a los turistas. Compiten junto a muchos taxis nuevos, pero pertenecientes al estado. Los conductores son empleados del Gobierno.

Todos son empleados del Gobierno, que se encarga de proporcionar la mano de obra que necesitan las empresas que se instalan en Cuba.

La Gente

El sueldo mínimo son aproximadamente 7 dólares mensuales. La media bordea los 12 dólares y los más afortunados pueden llegar a ganar 18 dólares. Un médico gana aproximadamente entre 25 y 70 dólares al mes.

País de contrasentidos si tomamos en cuenta que el taxi estatal, que me ha llevado desde mi hotel a la Habana vieja, me cobra siete dólares por la carrera, el sueldo de todo un mes de muchos cubanos. Estoy hablando de $4.200 pesos chilenos, un valor razonable si tomamos en consideración la distancia recorrida.

No seamos injustos, los cubanos tienen derecho a comprar alimentos a muy bajo precio con su libreta de racionamiento, por lo tanto no se mueren de hambre. Tienen salud de buena calidad gratuita y también educación. Derecho al deporte, a la cultura y a la recreación todo pagado por el estado.

Tienen la peor movilización. Parece que todo el mundo sale a las calles y carreteras. Algunos hacen dedo para que alguien de buena voluntad les acerque a su destino. Otros, sencillamente esperan que pase una micro que da la impresión no tienen horario fijo. Motos, bicicletas y hasta carretas sirven al propósito de movilizarse. Sin querer pienso en el Transantiago, para ellos sería regalo de dioses.

La salud, para el cubano, es un derecho y están agradecidos de tenerlo.

Unos días después de mí llegada, en Varadero, la señora que se encargaba de arreglar mí habitación me contaba que su esposo sufrió de cáncer, y luego de un largo tratamiento que se prolongó por más de dos años finalmente se recuperó completamente. Lo único que le pidieron fue que donara sangre, nada más. Otro punto para Cuba. No puedo guardarme que la dama, sin embargo, no dejó de decirme que la política era lo más sucio que conocía. Esa fue toda su crítica, imagino a los gobernantes.

Lo narrado anteriormente me lleva a otro punto. Tenía la impresión que Cuba era una suerte de estado policial. Sabemos que se encarcela a disidentes, aunque por alguna razón no es a todos. Que no hay prensa libre en el sentido que los diarios que se publican son órganos oficiales del partido comunista. Que no hay partidos de otras ideologías o visiones distintas en cuanto a la concepción de estado. Que no tienen posibilidad de ver televisión extranjera o acceder, libremente, a Internet. Dicho lo anterior esperaba encontrarme con un pueblo prácticamente amordazado, temeroso de hablar, y no es así. Primero se aseguran que terreno pisan y cuando saben que pueden hablar en confianza, no paran de hacerlo. Usan un lenguaje culto, claramente educado, la mayoría tiene algún tipo de estudio, además de lo básico. Muchos son profesionales universitarios que se las ingenian para hacer trabajos no gubernamentales que les permiten tener una mejor condición de vida. Gente ingeniosa, que duda cabe. El taxista que me ha transportado es además dentista. Una joven, muy agradable, que vende libros de viejo por cuenta del estado, es geóloga.

Camino de la Plaza de Armas de La Habana un muchacho negro de paso ágil se ofrece a señalarme el camino. Se entera que soy chileno y exclama “Salvador Allende gran gobernante de Chile”. Mi silencio muestra a las claras que no pienso lo mismo, aunque procuro comportarme de la manera más amable. Rápidamente cambia su discurso y me pregunta que me parece Cuba. Le replico que me encanta, que en las pocas horas que llevo allí me ha impresionado.

La Habana, aunque le falten miles de galones de pintura y estuco, sigue siendo una ciudad hermosa y su gente muy amable. Le digo a mi eventual amigo, aquí parece que existe una sola clase social. Tu te equivocas, me responde, hay dos clases sociales, los políticos y el pueblo cubano y sin más se despide con un gesto y apurando el tranco se pierde entre la gente que deambula por la plaza, donde la noche de un invierno caluroso y tropical comienza a caer.

Sorprendido, encamino mis pasos al Floridita, una bar de copas, como dirían los españoles, famoso porque allí pasaba tardes enteras Ernest Hemingway bebiendo su copa de “daiquiri”. Había leído en el diario El Mundo de España, que hace solo unas semanas se había inaugurado allí una estatua en bronce, del famoso escritor y periodista, premio Nóbel de literatura, en tamaño natural. Se encuentra apoyado en la barra, mirando a los parroquianos y calzado de sus tradicionales sandalias. Frente a el, todos los días, se coloca su copa de daiquiri. Ya comienza a ser tradicional beber daiquiri al lado de Hemingway, gran amigo de Fidel y declarado devoto de la revolución cubana.

Al día siguiente, frente a la catedral, dos simpáticas mulatas compiten, ataviadas con trajes tradicionales por besar a los turistas y sacarse una foto con ellos. El servicio no es gratuito, la propina que esperan recibir es un dólar cada una. La foto lo vale y la simpatía de las jóvenes también.

Otro lugar de visita obligada es la bodeguita del medio. Allí el trago popular y oficial del lugar se llama “mojito”. Hemingway, gran bebedor, también pasó por esa barra en repetidas oportunidades. No sabemos como salió, pero de que estuvo, estuvo y así da cuenta un escrito con su letra y su firma que dice “My mojito en bodeguita del medio”. Mas allá cuelga enmarcada unas frases escritas y firmadas por Salvador Allende “¡Viva la revolución Cubana, Chile, espera! “.

La Cuba de Fidel sobrevive y de una u otra manera se encamina a un desarrollo turístico envidiable y a mi juicio bien planificado.

Pienso que el potencial está en su gente. Tienen educación y saben hacer negocios eludiendo muchas de las restrictivas leyes del país que no permiten la expresión de emprendimiento privado. Conversando con algunos cubanos, críticos del régimen, les decía; ustedes tendrán dos cosas importantes que agradecerle a Fidel, la salud y la educación, ambas gratuitas.

Y verdaderamente da para pensar, cuando, a unos cientos de Kilómetros está Haití, con democracia, sin bloqueo, pero con casi un 70 % de analfabetismo, con una baja expectativa de vida al nacer, una alta tasa de mortalidad infantil, con violencia, una pobreza casi terminal y con una seguidilla de Gobiernos tambaleantes.

La pregunta es ¿Qué vale más la democracia de Haití, o el Gobierno casi vitalicio de Fidel? ¿Cuál de los pueblos es más feliz? En honor a la verdad cuando escuchas cantar a los cubanos, cuando los ves reír, y sabes que no están fingiendo, la respuesta nace sola.

Otro contrasentido, nunca pensé que, de alguna manera, defendería al régimen de Fidel.

lunes, enero 30, 2006

HISTORIA DE LA LENGUA CASTELLANA

Durante un trabajo de investigación realizado en España, me encontré con un ejemplar de la Gramática de la lengua castellana, escrita por Elio Antonio de Nebrija (1444 - 1522). Este documento fue escrito en el siglo XV y es el primer manual de la gramática Castellana que se conoce.

Elio Antonio de Nebrija se lo dedicó a la reina Isabel I de Castilla, más conocida como la Católica , consorte de Fernando de Aragón.

El texto escrito originalmente en castellano antiguo abarca cinco libros y un total de 55 capítulos. De ese volumen he rescatado los tres primeros capítulos del libro I y los hemos llevado al castellano actual para una más fácil comprensión.

Se ha mantenido la puntuación original y la estructura de las frases para que no perdieran el encanto de la redacción de esos tiempos, más de quinientos años.

Lo importante, para los efectos de nuestro texto, de la gramática de Nebrija es el estudio que hace del origen de nuestra lengua y las sabias conclusiones históricas en la que basa sus planteamientos.

Todo estudioso de la oratoria debe conocer los orígenes de la lengua en la cual se expresa. De manera especial la riqueza simbólica que encierra el idioma, decantado por los siglos de uso y su interacción con otros pueblos aportantes de frases, palabras y estilos, que nos permiten hoy construir las nuevas imágenes de la palabra, un arte donde es la palabra, como la paleta de colores lo es al pintor.

Al incluir este texto gramatical en su parte histórica no podemos dejar de mencionar algunas evoluciones de nuestro idioma en relación con el original de Elio de Nebrija.

Veamos algunas curiosidades el uso de la y en la forma que hoy la conocemos era reemplazado por una forma más latina - et -. Una frase como "y ellos dijeron" se escribía "et ellos dixeron" otra forma de empleo de la y era reemplazarla por la vocal "e" si se quería escribir "y aún espero" en castellano antiguo se escribía "e aún espero". La "x" se utilizaba en vez de la "j" y ocasiones reemplazando la "c".

Otras palabras curiosas hoy nos parecen faltas ortográficas como por ejemplo "dezir" = decir. "Nos otros" = nosotros. "Bolver"=volver. "Lo poder"= poderlo.

"Mesmo"=mismo. "lstórica= histórica. Cuia = cuya.

"Semejanca"=semejanza. "Avemos"= hemos. Ciencia= ciencia. "Escriv¡r"=escrib¡r.

La letra "z" era reemplazada por c. Por ejemplo "fuerca"= fuerza. Otras palabras se escribían : "An" = han.

"Abaxar"=abarcar. "Maior" = mayor. "Bozes" = voces.

"Absentes"=ausentes. "Dubda"= duda. "Quasi" =cas¡.
"Reies" =reyes.

Por ello les invitamos a conocer la historia de nuestro idioma y como saltando de un continente a otro llega con los primeros conquistadores a esta América nuestra.

En esta lengua castellana se han expresado con singular acierto Neruda y Gabriela Mistral.

Gramática de la lengua castellana.

Ello Antonio de Nebrija

Prólogo

A la muy alta y así esclarecida princesa doña Isabel, la tercera de este nombre, Reina y señora natural de España y las Islas de nuestro mar. Comienza la gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Nebrixa sobre la lengua castellana. Y pone primero el prólogo. Léelo en buena hora.

Cuando bien conmigo pienso, muy esclarecida Reina, y pongo delante de los ojos la antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación y memoria quedaron escritas, una cosa encuentro y saco por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de ambos.

Y dejadas ahora las cosas muy antiguas de que apenas tenemos una imagen y sombra de la verdad, cuales son la de los asirios, indios, sicionios y egipcios, en los cuales se podría muy bien probar lo que digo, vengo a las más frescas, y aquellas especialmente de que tenemos mayor certidumbre, y primero a las de los judíos.

Cosa es que muy ligeramente se puede averiguar que la lengua hebraica tuvo su niñez en la cual apenas pudo hablar. Y llamo yo ahora su primera niñez todo aquel tiempo que los judíos estuvieron en tierra de Egipto.

Por que es cosa verdadera o muy cerca de la verdad, que los patriarcas hablarían en aquella lengua que trajo Abraham de tierra de los caldeos, hasta que descendieron en Egipto, y que allí perderían algo de aquélla y mezclarían algo de la egipcia.

Mas después que salieron de Egipto y comenzaron a hacer por sí mismo cuerpo de gente, poco a poco apartarían su lengua, cogida, cuanto yo pienso, de la lengua latina, hasta que vino al estado en que la recibimos de nuestros padres, cierto tal que cotejada con la de aquellos tiempos, poco más tiene que hacer con ella que con la arábiga.

Lo que dijimos de la lengua hebraica, griega y latina, podemos mucho más claramente mostrar en la castellana: que tuvo su niñez en el tiempo de los jueces y reyes de Castilla y de León, y comenzó a mostrar sus fuerzas en tiempo del muy esclarecido y digno de toda la eternidad el Rey don Alfonso el Sabio, por cuyo mandato se escribieron las Siete Partidas, la General Historia, y fueron trasladados muchos libros de latín y arábigo en nuestra lengua castellana; la cual se extendió después hasta Aragón y
Navarra, y de allí a Italia, siguiendo la compañía de los infantes que enviamos a imperar en aquellos reinos.

Y así creció hasta la monarquía y paz de que gozamos, primeramente por la bondad y providencia divina; después, por la industria, trabajo y diligencia de vuestra real Majestad; en la fortuna y buena dicha de la cual, los miembros y pedazos de España, que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y juntaron en un cuerpo y unidad de Reino, la forma y trabazón del cual, así está ordenada, que muchos siglos, injuria y tiempos no la podrán romper ni desatar. Así que, después de repurgada la cristiana religión, por la cual somos amigos de Dios, o reconciliados con Él; después de los enemigos de nuestra fe vencidos por guerra y fuerza de armas, de donde los nuestros recibían tantos daños y temían mucho mayores; después de la justicia y ejecución de las leyes que nos juntan y hacen vivir igualmente en esta gran compañía, que llamamos reino y república de Castilla; no queda ya otra cosa sino que florezcan las artes de la paz.

Entre las primeras, es aquélla que nos enseña la lengua, la cual nos aparta de todos los otros animales y es propia del hombre, y en orden, la primera después de la contemplación, que es oficio propio del entendimiento. Ésta hasta nuestra edad anduvo suelta y fuera de regla, y a esta causa a recibido en pocos siglos muchas mudanzas; por que si la queremos cotejar con la de hoy a quinientos años, hallaremos tanta diferencia y diversidad cuanta puede ser mayor entre dos lenguas.

Y por que mi pensamiento y gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación, y dar a los hombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leyendo novelas o historias envueltas en mil mentiras y errores, acordé ante todas las otras cosas reducir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que o que ahora y de aquí en adelante en el se escribiere pueda quedar en un tenor, y extenderse en toda la duración de los tiempos que están por venir, como vemos que se ha hecho en la lengua griega y latina, las cuales por haber estado debajo de arte, aunque sobre ellas han pasado muchos siglos, todavía quedan en una uniformidad.

Por que si otro tanto en nuestra lengua no se hace como en aquellas, en vano vuestros cronistas e historiadores escriben y encomiendan a la inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, y nosotros tentamos de pasar en castellano las cosas peregrinas y extrañas, pues que este no puede ser sino negocio de pocos años.

Y será necesaria una de dos cosas: o que la memoria de vuestras hazañas perezca con la lengua; o que ande peregrinando por las naciones extranjeras, pues que no tiene propia casa en que pueda morar. En la zanja de la cual yo quise echar la primera piedra,y hacer en nuestra lengua lo que Zenodoto hizo en la griega y Grates en la latina; los cuales aunque fueron vencidos de los que después de ellos escribieron, a lo menos fue aquella su gloria, y será nuestra, que fuimos los primeros inventores de obra tan necesaria. Lo cual hicimos en el tiempo más oportuno que nunca fue hasta aquí, por estar ya nuestra lengua tanto en la cumbre, que más se puede temer el descendimiento de ella que esperar la subida. Y seguirse a otro no menor provecho que a este a los hombres de nuestra lengua que querrán estudiar la gramática del latín; por que después que sintieren bien el arte del castellano, lo cual no será muy difícil, por que es sobre la lengua que ya ellos sienten, cuando pasaren al latín no habrá cosa tan oscura que no se les haga muy ligera mayormente entreviendo aquel Arte de la Gramática que me mandó hacer vuestra Alteza, contraponiendo línea por línea el romance al latín; por la cual forma de enseñar no sería maravilla saber la gramática latina, no digo yo en pocos meses, más aún en pocos días, y mucho mejor que hasta aquí se desprendía en muchos años.

El tercer provecho de este mi trabajo puede ser aquel que, cuando en Salamanca di la muestra de esta obra a vuestra real Majestad, y me preguntó que para qué podía aprovechar, el muy reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta; y, respondiendo por mí, dijo que después que vuestra Alteza metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquellos tenían necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua, entonces, por este mi Arte, podrían venir en el conocimiento de ella, como ahora nosotros dependemos del arte de la gramática latina para depender del latín.

Y cierto así es que no solamente los enemigos de nuestra fe, que tienen la
necesidad de saber el lenguaje castellano, más los vizcaínos, navarros, franceses, italianos, y todos los otros que tienen algún trato y conversación en España y necesidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a depender por uso, podrán enterarse por esta mi obra. La cual, con aquella vergüenza, acatamiento y temor, quise dedicar a vuestra real Majestad, que Marco Varrón intituló a Marco Tulio sus Orígenes de la Lengua Latina; que Grilo intituló a Publio Virgilio poeta, sus Libros del Acento; que Dámaso papa a San Jerónimo; que Paulo Orosio a San Agustín sus Libros de Historias; que otros muchos autores, los cuales enderezaron sus trabajos y velas a personas muy ilustradas en aquello de que escribían, no para enseñarles alguna cosa que ellos no supiesen, mas por testificar el ánimo y voluntad que acerca de ellos tenían, y por que de la autoridad de aquéllos que consiguiese algún favor a sus obras.

Y así, después que yo deliberé, con gran peligro de aquella opinión que muchos de mí tienen, sacar la novedad de esta mi obra de la sombra y tinieblas escolásticas a la luz de vuestra corte, a ninguno más justamente pude consagrar este mi trabajo que a aquella en cuya mano y poder, no menos está el momento de la lengua que el arbitrio de todas nuestras cosas.
Libro primero.
En que trata de la Ortografía.
Capitulo I

En que parte la gramática en partes.

Los que volvieron de griego en Latín este nombre, gramática, llamaron la arte de letras, y a los profesores y maestros se la dijeron gramáticos, que en nuestra lengua podemos decir letrados. Esta, según Quintiliano, en dos partes se gasta: la primera los griegos llamaron methódica, que nosotros podemos volver en doctrinal, por que contiene los preceptos y reglas del arte; la cual, aún que sea cogida del uso de aquellos que tienen autoridad para poderlo hacer, defiende que el mismo uso no se pueda por ignorancia corromper.

La segunda los griegos llamaron histórica, la cual nosotros podemos volver en declaradora,por que expone y declara los poetas y otros autores por cuya semejanza hemos de hablar.

Aquélla que dijimos doctrinal en cuatro consideraciones se parte: la primera los griegos llamaron Orthographía, que nosotros podemos nombrar en lengua romana, ciencia de bien derechamente escribir. A ésta eso mismo pertenece conocer el número y fuerza de las letras, y por qué figuras se han de representar las palabras y partes de la oración.

La segunda los griegos llaman Prosodia; nosotros podemos interpretarla acento, o más verdaderamente, cuasi canto.

Ésta es arte para alzar y abarcar cada una de las sílabas de las dicciones o partes de la oración. A ésta se reduce eso mismo el arte de contar, pesar y medir los pies de los versos y coplas.

La tercera los griegos llamaron Etimología; Tulio interpretóla anotación; nosotros podemos nombrarla verdad de palabras. Esta considera la significación y accidentes de cada una de las partes de la oración, que, como diremos, en castellano son diez.

La cuarta los griegos llamaron Syntaxis, los latinos construcción; nosotros podemos llamarla orden. A ésta pertenece ordenar entre sí las palabras y partes de la oración. Así que será el primer libro de nuestra obra, de Orthographía y letra; el segundo, de Prosodia y sílaba; el tercero, de Etimología y dicción; el cuarto de Sintaxis, ajustamiento y orden de las partes de la oración.


Capítulo II
De la primera invención de las letras, y de dónde vinieron primero a nuestra España.

Entre todas las cosas que por experiencia los hombres hallaron, o por revelación divina nos fueron demostradas para pulir y adornar la vida humana, ninguna otra fue tan necesaria, ni que mayores provechos nos acarrease, que la invención de las letras. Las cuales, así como por un consentimiento y callada conspiración de todas las naciones fueron recibidas, así la invención de aquellas todos los que escribieron de las antigüedades dan a los asirios, sacando Gelio, el cual hace inventor de las letras a Mercurio en Egipto; y en aquella misma tierra, Anticlides a Menón, quince años antes que Foroneo reinase en Argos, el cual tiempo concurre con el año ciento y veinte después de la promesa hecha al patriarca Abraham. Entre los que dan la invención de las letras a los asirlos hay mucha diversidad.

Epigenes, el autor más grave de los griegos, y con él Critodemo y Beroso, hacen inventores de las letras a los babilonios, y según el tiempo que ellos escriben, mucho antes del nacimiento de Abraham.

Los nuestros, en favor de nuestra religión, dan esta honra a los judíos; como quiera que la mayor antigüedad de letras entre ellos es en edad de Moisés, en el cual tiempo, ya las letras florecían en Egipto, no por figuras de animales, como de primero, más por líneas y trazos. Todos los otros autores dan la invención de las letras a los fenicios, los cuales no menos fueron inventores de otras muchas cosas, como de cuadrar piedras, de hacer torres, de fundir metales, de formar vasos de vidrio, de navegar al tinote las estrellas, deteñir el carmesí con la flor y sangre de las púrpuras, de trabucos y hondas, no, como dijo Juan de Mena, los mallorqueses. Así
que los judíos las pudieron recibir de aquellos, por ser tan vecinos y comarcanos, que deslindaban y partían término con ellos; o de los egipcios, después que Jacob descendió con sus hijos en Egipto, a causa de aquella hambre que leemos en el libro de la Generación del cielo y de la tierra (el gramático se refiere a Génesis, libro de la Biblia que se atribuye a Moisés) lo cual se me hace más probable, por lo que entre los griegos escribe Eródoto, padre de las historias, y entre los latinos Pómpenlo Mela: que los egipcios usan de sus letras al revés, como ahora vemos que los judíos lo hacen. Y si verdad es lo que escriben, Epigenes, Critodemo y Beroso, la inventora de las letras fur Babilonia; considerando
el tiempo que ellos escriben, las pudo traer Abraham, cuando por mandado de Dios salió de tierra de los caldeos (se refiere a Ur de los Caldeos), que propiamente son babilonios, y vino en tierra de Canaán; o, después, cuando Jacob volvió en Mesopotamia y sirvió a Laban, su suegro.

Más, así como no es cosa muy cierta quién fue el primero inventor de las letras, así entre todos los autores es cosa muy constante que de Fenicia las trajo a Grecia, Cadmo, hijo de Agenor, cuando por la forzosa condición que su padre le puso de buscar a Europa, su hermana, la cual Júpiter había robado, vino a Boecia, donde pobló la ciudad de Thebas.

Pues ya ninguno duda que de Grecia las trajo a Italia, Nicostrata, que los latinos llamaron Carmenta, la cual siguiendo el voluntario destierro de su hijo Evandro, vino de Arcadia en aquel lugar donde agora Roma está fundada, y pobló una ciudad en el monte Palatino, donde después fue el palacio de los reyes y emperadores romanos.

Muchos podrían venir en esta duda: ¿quién trajo primero las letras a nuestra España, o de dónde las pudieron recibir los hombres de nuestra nación? Y aunque, es cosa muy semejante a la verdad, que las pudo traer de Thebas las de Boecia, Bacco, hijo de Júpiter y Semele, hija de Cadmo, cuando vino a España, casi doscientos años antes de la guerra de Troya, donde perdió un amigo y compañero suyo, Lisias, de cuyo nombre se llamó Lisitania, y después Lusitania, todo aquel trecho de tierra que está entre Duero y Guadiana, y pobló a Nebrisa, que por otro nombre se llamó Veneria, puesta, según cuenta Plinio en el tercer libro de la Natural Istoría,
entre los esteros y albinas de Guadalquevir; la cual llamó Nebrisa, de las nebrides, que eran pellejas de gamos que usaban en sus sacrificios, los cuales él instituyo allí, según escribe Silio Itálico en el tercer libro de la Segunda Guerra Púnica. Así que si queremos creer a las historias de aquellos que tienen autoridad, ninguno me puede dar en España cosa más antigua, que la población de mi tierra y naturaleza; por que la venida de los griegos de la isla Zacinto y la población de Sagunto, que ahora es Monviedro, o fue en este mismo tiempo o poco después, según escriben Boceo y Plinio en el Libro XVI de la Natural Istoría. Pudo eso mismo traer, poco antes de la guerra de Troya, Hércules el Thebano, cuando vino contra Geriones, rey de Lusitania, el cual los poetas fingieron que tenía tres cabezas; o poco después de Troya tomada, Ulises, de cuyo nombre se llamó Olisipo, la que ahora es Lisbona; o Astur, compañero y regidor del carro de Menón, hijo del Alva, el cual, también después de Troya destruida, vino en España, y dio nombre a las Asturias; o en el mismo tiempo, Teucro, hijo de Telamón, el cual vino en aquella parte de España donde ahora es Carthagena, y se pasó después a reinar en Galizia; o los moradores del monte Parnasso, los cuales poblaron a Cazlona, nombre sacado del nombre de su fuente Castalia; o los mismos fenicios, inventores de las letras, los cuales poblaron la ciudad de Calez, no Hércules ni Espán, como cuenta la General Istoria, o, después, los cartagineses, cuya posesión por muchos tiempos fue España.

Más yo creería que de ninguna otra nación las recibimos primero, que de los romanos, cuando se hicieron señores de ella, casi doscientos años antes del nacimiento de nuestro Salvador: por que, si alguno de los que arriba dijimos trajera las letras a España, hoy se hallarían algunos "monos", a lo menos de oro y de plata, o piedras grabadas de letras griegas y púnicas, como ahora las vemos de letras romanas, en que se contienen las memorias de muchos varones ilustres que la rigieron y gobernaron, desde aquel tiempo hasta quinientos y setenta años después del nacimiento de nuestro Salvador, cuando la ocuparon los godos. Los cuales, no solamente acabaron de corromper el latín y lengua romana, que ya con las muchas guerras había comenzado a desfallecer, mas aún torcieron las figuras y trazos de las letras antiguas, introduciendo y mezclando las suyas, cuales las vemos escritas en los libros que se escribieron en aquellos ciento y veinte años que España estuvo debajo de los reyes godos; la cual forma de letras duró después un tiempo de los jueces y reyes de Castilla y de León, hasta que después, poco a poco, se comenzaron a concertar nuestras letras con las romanas y antiguas, lo cual en nuestros días y por nuestra industria en gran parte se ha hecho. Y esto basta para la invención de las letras, y de dónde pudieron venir a nuestra España.

Capítulo III

De como las letras fueron halladas para representar las voces.

La causa de la invención de las letras primeramente fue para nuestra memoria, y después, para que por ellas pudiésemos hablar con los ausentes y los que están por venir. Lo cual parece que hubo origen de aquello que antes que las letras fuesen halladas, por imágenes representaban las cosas de que querían hacer memoria; como por la figura de la mano diestra significaban la liberalidad, por una culebra enroscada significaban el año. Más por que este negocio era infinito y muy confuso, el primer inventor de letras, quien quiera que fue, miró cuántas eran todas las diversidades de las voces en su lengua, y tantas figuras de letras hizo, por las cuales puestas en cierta orden, representó las palabras que quiso De manera que no es otra cosa la letra, sino figura por la cual se representa la voz; ni la voz es otra cosa sino el aire que respiramos, espesado en los pulmones, y herido después en el áspera arteria, que llaman "gargavero", (de aquí deriva esa palabra de uso campesino de nuestro país - guergüero) y de allí comenzado a determinarse por la campanilla, lengua, paladar, dientes y besos (Seguramente se refiere a los labios). Así que las letras representan las voces, y las voces significan, como dice Aristóteles, los pensamientos que tenemos en el ánima. Mas, aun que las voces sean al hombre connaturales, algunas lenguas tienen cierta voces que los hombres de otra nación, ni aun por tormento no pueden pronunciar. Y por esto dice Quintiliano, que así como los trepadores doblegan y tuercen los miembros en ciertas formas desde la tierna edad, para después hacer aquellas maraviíías que nosotros ios que estamos ya 0'ü'ros río podemos hacer, así los niños, mientras que son tiernos, se han de acostumbrar a todas las pronunciaciones de letras de que en algún tiempo han de usar.

Como esto que en nuestra lengua común escribimos con doblada, y asi es voz propia de nuestra nación, que ni judíos, ni griegos, ni latinos, la pueden pronunciar, y menos tienen figura de letra para poderla escribir.

Eso mismo, esto que nosotros escribimos con x, (Se refiere a dixo, que significa dijo) así es pronunciación propia de moros, de cuya conversación nosotros la recibimos, que ni judíos, ni griegos, ni latinos, la conocen por suya. Tan bien aquello que los judíos escriben por la décima nona letra de su a,b,c, así es voz propia de su lenguaje, que ni griegos, ni latinos, ni otra lengua de cuantas yo he oído, la pronuncia ni puede escribir por sus letras. Es así, de otras muchas pronunciaciones, que de tal manera son propias de cada lengua, que por ningún trabajo ni diligencia hombre de otra nación las puede expresamente proferir, si desde la tierna edad no se acostumbra a pronunciarlas.

jueves, diciembre 22, 2005

La importancia de hablar bien

Recuerdo una conferencia que me pidieron para un encuentro de Orientadores Educacionales, venidos desde diferentes regiones de Chile, organizado por la Facultad de Educación de la Universidad de La Serena, hace algunos años.

En esa ocasión, expresé mi preocupación por la forma que en nuestro país evaluamos los conocimientos y las habilidades de los estudiantes. Dije que la inteligencia desde el punto de vista docente se medía en notas de 1 a 7, disposición reglamento que sigue siendo dominante en la mayoría de los niveles educacionales del país.

Por años, no hemos sido capaces de encontrar algunas formas alternativas que complementando la nota de la interrogación, prueba o examen, hagan aflorar el “talento”, que perdemos a manos llenas.

No sabemos medir el talento y tampoco lo buscamos.

Nos extrañamos al percatarnos como hacen grandes fortunas y organizan empresas, hombres y mujeres que, en términos académicos, son menos que nada, o cuyas notas fueron pésimas en su época de estudiantes.

Algunos no han terminado la educación básica, en tanto que otros, ni siquiera han pensado en ingresar a una Universidad y, sin embargo, son exitosos en la vida más allá de muchos que han sido excelentes alumnos, brillantes en términos académicos, pero sin poder encumbrarse en la parte visible de la sociedad, donde se pueden ver a los que de verdad se destacan.

Hay alumnos estudiosos y a la vez talentosos y tienen gran éxito en la vida, como también lo hay aquéllos que no podrían lucir sus notas ante nadie, pero igual se han destacado.

El talento ¿dónde está? ¿En las notas que sacamos en el colegio o en la Universidad y en los grados académicos que podemos alcanzar? ¿O en una mezcla de habilidades particulares que la educación no ha sabido vislumbrar a tiempo para potenciarlas aún más?

En lo personal, creo que los talentos de nuestros jóvenes y adultos, generalmente, están dormidos y no tenemos una metodología clara para hacerlos “aflorar” a la superficie, en una sociedad, que mide su cultura por la cantidad de conocimientos que se puedan guardar en la mente y en las notas, con las cuales, muy subjetivamente por lo demás, han sido evaluados.

Todavía enseñamos contenidos que nunca se van a utilizar y que bien se podrían aprender extra curricularmente.

Nos empeñamos en profundizar y ponerle nota a conocimientos geográficos relativos a límites de países, en un mundo donde las fronteras están cambiando constantemente y, lo que es más importante, borrándose por el efecto de la integración económica. Sabemos más de las guerras púnicas que lo que ocurre todos los días en nuestro país, en el continente y en el mundo.

Vivimos una época en que la velocidad de cambio en el conocimiento, requiere de una mayor capacidad de reacción. Se precisa de un adiestramiento, frente a los desafíos de la integración global. Frente a todo esto, están los hombres del siglo XXI, a quienes atiborramos de conocimientos, menos de uno, el más importante, y que no es otro que el de saber demostrar cuales son sus talentos.

Estos vienen con nosotros. Es bueno reconocerlo definitivamente.

Los que son creyentes debieran recordar la parábola de Jesús sobre los talentos. Es un derecho Bíblico que toda mujer u hombre puede reclamar, pero que no siempre puede demostrarlo.

Mi experiencia como periodista, profesor universitario y Gerente de empresas, me ha enseñado que hay personas que ejercen oficios muy sencillos y que, sin embargo, poseen ideas, inquietudes que podríamos calificar fácilmente de brillantes y hasta casi geniales, pero que presentan una gran limitación, no saben como expresarlas. Están encerrados en su mundo lleno de ideas, pero falto de palabras.

La limitación verbal es el drama de toda sociedad emergente como la nuestra. Contamos con la fuerza, y la capacidad, sin embargo, carecemos de las palabras adecuadas para elaborar el mensaje.

Graduamos a profesores, pero no les enseñamos técnicas de comunicación verbal que les serán fundamentales al momento de traspasar los conocimientos.

Uno de los aspectos más importantes, de la última reforma educacional según mi modesto juicio, es que destaca la comunicación verbal, la habilidad de entregar un mensaje claro y coherente que permita expresar de mejor manera nuestras ideas.

Tenemos que ser capaces de enseñar a los jóvenes a enfrentar la vida, que no balbuceen cuando manifiesten sus verdades, mostrar sus visiones, describir caminos nuevos, originales y creativos.

Cuando alguien se para frente a un grupo de personas para hablar y expresa sus ideas de manera clara, convincente y empática, inmediatamente se le califica como una persona inteligente. No sabemos cómo fueron sus notas en el colegio. Lo que hoy evaluamos es un talento comunicacional, no le estamos poniendo nota a lo que aprendió en el colegio, sino a lo que dice.

La sabiduría se conforma de experiencias y conocimientos, podemos aproximarnos a ella cuando sabemos expresar las ideas que son personales, que son frutos de nuestras propias ocurrencias.

La importancia de saber expresarse bien, sin vacilaciones, y con un amplio despliegue de recursos descriptivos, está reflejada en un hecho en el cual poco se medita. Cuando pensamos, nuestro proceso mental provoca una asociación de ideas, con imágenes, eso es imposible de evitar.

Mucho del talento está allí en la imaginación exuberante y en las ocurrencias.
Las ideas nos quedan claras, pero la tarea difícil es extraer esas imágenes que muestran ocurrencias creativas y transformarlas en palabras que sean un fiel reflejo de lo que nuestra mente ha sido capaz de construir.

La mente es tan poderosa que cuando pensamos en algo construimos de inmediato una imagen. Por ejemplo si en este mismo momento usted piensa en tomarse una taza de café humeante, en su cerebro, automáticamente se le aparece una taza de café, incluso con la sensación de su aroma, además, su taza de café puede ser diferente a la mía si ambos pensamos lo mismo. Pero no se le escribe en ninguna parte la frase “Quiero una taza de café”.

Ahora si a ambos se nos pide que describamos nuestra taza de café, allí estará la diferencia, quien domine mejor el arte de la comunicación verbal o escrita podrá describir con mayor cantidad de detalles ese pensamiento o idea.

Y así vamos por la vida, con el cerebro lleno de ideas, pero poco adiestrados para comunicarlas a los demás, para convencerles que son buenas.

Por ello sigo pensando que el talento aflora con mucha facilidad cuando dominamos técnicas de expresión y de comunicación con la sociedad, colectiva e individualmente.

Hablar claro y hablar bien es la tarea de la oratoria. Un arte si la practicamos sobre la base de principios éticos y de un perfeccionamiento constante.

La oratoria muestra los conocimientos, las ideas, pero también es una ventana para observar el alma.

Las palabras cuando construimos nuestros discursos, van ampliando las posibilidades de la mente al basarse en la imaginación que es un claro afluente de la creatividad.

La vida real en la que todo nos espera, es un lugar donde el que vende bien sus ideas, el que convence, posee buenos y claros argumentos, tiene un gran tramo del camino al triunfo ya construido.

Observemos a nuestros semejantes que reflejan su falta de adiestramiento verbal nutriéndose de muletillas, repetidas sin cesar, reemplazando palabras con gestos y no con frases.

El divorcio comunicativo nos produce problemas en el trabajo porque muchos se limitan a dar ordenes y no ha explicarlas. Ser convincentes y claros al enseñar a trabajar, para que se cumpla adecuadamente lo que se espera de un trabajador.

En el ámbito laboral he escuchado, muchas veces, la crítica reiterada, “me dice lo que quiere, pero no cómo lo quiere”.

Nos faltan las palabras cuando no somos capaces de motivar a nuestros propios hijos o de mutuamente alentarnos para emprender las tareas difíciles.

El dominio de una buena comunicación verbal me ha traído muchas satisfacciones. Me ha permitido convencer, con un buen uso de las palabras, sobre algunas ideas personales. Con otras creativas, producto de un proceso mental adiestrado a emplear la imaginación, he completado un ciclo de buena comunicación.

A mis alumnos de oratoria les he mostrado una piedra y les he pedido que me digan que es lo que están observando, siempre, irremediablemente, en un alto porcentaje me responden “es una piedra”. Allí está el primer error básico de una educación que nos enseña a ser pragmáticos y absolutamente apegados al texto de lo que se nos enseña.

La oratoria nos permite explorar más allá del limite del conocimiento programado, y explorar nuestros sentimientos más personales, transformarles en frases y oraciones y compartirlos con quien quiera escucharnos.

Alejandro Pino Uribe

martes, diciembre 20, 2005

DE POLITICA E HISTORIA

Cuando Cervantes casi se viene a América
Alejandro Pino Uribe

Me encontraba en Madrid en una visita breve por asuntos de mi trabajo, cuando leyendo la edición del 3 de Marzo, de este año, del diario “El país”, encuentro un artículo escrito por Cesar Antonio Molina, director del Instituto Cervantes, que me llamó la atención y del cual me he permitido extraer parte de la información que motiva las presentes líneas.

Menuda sorpresa para quienes, en esta parte de América, conocemos de Cervantes un poco más que su autoría de “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, al enterarme de su reiterado interés por radicarse en tierras americanas.

Al recorrer tantas veces el territorio manchego, en cada quebrada, llanura o montaña siempre se me aparece, en la imaginación, el caballero de la triste figura en su flaco rocín con Sancho cabalgando a su lado.

Pocos saben que el 17 de febrero del año 1582, don Miguel de Cervantes, desde Madrid, envió una carta a don Antonio de Eraso, del Consejo de Indias, que se encontraba en Portugal, concretamente en Lisboa, agradeciéndole el interés que había demostrado por su intención de radicarse en América, atendiendo algún oficio. Lamentablemente, para nosotros los americanos, esa intención se vio frustrada, ya que según se le dijo al ilustre escritor no existían vacantes para satisfacer sus pretensiones de viajar al nuevo mundo.

No era este el primer intento y, tampoco el último, sin embargo, fracasó en todos ellos. Ocho años después, el 21 de mayo de 1590, pidió por intermedio de su hermana Magdalena varios trabajos, entre ellos, la contaduría del Nuevo Reino de Granada, la gobernación de la provincia de Soconusco en Guatemala, ser contador de las galeras en Cartagena de Indias o ser corregidor de la ciudad de La Paz. El Consejo de Indias le respondió, lacónicamente: "Busque por acá, España, en qué se le haga merced".

La vida de don Miguel de Cervantes rivalizaba en aventuras con su personaje, “desfacedor” de entuertos y vengador de doncellas perseguidas, embestidor de gigantes de brazos tan grandes como aspas de molino. Cuando hace sus primeras peticiones de “cruzar el charco”, tenía por entonces 42 años y una vida marcada por el fracaso.

A los 20 años y algo, había huido a Italia por herir en duelo a un intendente de construcciones reales, a los 24 había perdido de un arcabuzazo la mano izquierda, para mayor gloria de la diestra, en la batalla de Lepanto. De los 28 a los 33 había estado prisionero en Argel, a los 37 había tenido una hija con la mujer de un tabernero y se había casado con una joven toledana, a los 39 había abandonado el hogar conyugal y a los 40 había sido excomulgado por embargar el trigo de varios canónigos. Se dice que uno de sus oficios fue el de cobrador de impuestos.

Paralelo a la accidentada vida ya reseñada, había estrenado tres obras de teatro y publicado una novela “La Galatea”, que podríamos definir como bucólica pastoril y que habían pasado casi desapercibidas en los círculos literarios españoles del siglo XVI.

Estas relaciones, casi desconocidas, de Cervantes con América, nos hacen reflexionar en todo el proceso cultural que la lengua española, su origen y la literatura Cervantina, representan como un puente común de una América, que pese a sus fuertes raíces nativas, de continente que tenía vida y cultura propias, se ve influenciada por el descubrimiento, conquista e imposición de usos y costumbres diferentes.

La lengua es, talvez, la herramienta más poderosa para consolidar la cultura hispano americana.

Cuando se cumple el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, pensamos en la influencia de toda una cultura. Vemos como se funden y trasmutan los conocimientos, mitos y leyendas de ambos mundos.

Por sobre la imposición de una religión distinta a la nativa, de dioses, naturales y sobre naturales, quedan los dolores y prejuicios, aquellos que se trajeron de las interminables guerras del viejo mundo, a los propios dolores de las costas americanas, en el borde atlántico y del pacífico.

Hoy hablamos lo que se define como la lengua de Cervantes, con miles de modismos que suenan a cantos de pájaros, y que huelen a humo de fogatas y a hierba fresca de una selva virgen, como la de América del 1400.

De Cervantes hemos heredado la tendencia americana a vivir de utopías, como las que él soñó. Le fue vedado alcanzar las Indias, una de las muchas decepciones que padeció y, finalmente, se olvidó del nuevo mundo. ¡Qué lastima! Perdernos a don Quijote y a Sancho en las alturas Andinas, recorriendo los valles de prodigiosos ríos o la quebrada geografía del fin del mundo, embistiendo vientos, sin molinos, en el extremo austral.

Cervantes no vino a América y en su obra sólo la mencionará en dos o tres ocasiones y siempre con cierto dejo de amargura, como lo hace en la novela de “La española inglesa”, donde escribe que “las Indias eran común refugio de los pobres generosos".

En “El celoso extremeño”, incluso asegura, aún marcado por el despecho hacia un continente que no podría conocer jamás, que América venía a “ser amparo de los desesperados, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, añagaza general de mujeres libres" y, en resumen, "engaño común de muchos y remedio particular de pocos".

Pero aún cuando Cervantes no llegó a América, don Quijote sí, cabalgando en un rocinante de papel, vestido con su armadura de libro, se lanzó al galope a la conquista literaria de este nuevo mundo, con el cual podía entenderse en la vieja lengua de Castilla La Mancha.
Ya en febrero y abril de 1605 salieron cargamentos del libro para las Indias, y los envíos se sucedieron a lo largo del año.

Dice Cesar Molina en su texto; “Tres ejemplares tuvieron como destino Cartagena de Indias, 262 México y otros 100 de nuevo Cartagena, todos ellos pertenecientes a la edición príncipe.

En el magistral estudio Los libros del conquistador, publicado hace más de medio siglo, Irving Leonard explicaba que la exportación de libros al nuevo mundo era tan provechosa que, como en el caso del Quijote, muchas veces se sacaban de las prensas para llevarlos precipitadamente a Sevilla a fin de que no perdiesen la salida de las flotas anuales. La popularidad de los personajes cervantinos en las Indias fue rápida, y dos años después Don Quijote y Sancho desfilaban en Perú durante unos festejos”

Pero pasado el tiempo España casi se olvidó de América. El conquistador dejó la impronta de su espada y la riqueza de su lengua castellana, pero se fue, sintiendo que los legítimos deseos de independencia de nuevas naciones y de otras patrias, les echaban por donde habían llegado. Era una nueva raza fundida entre Europa y los indígenas de América, la que gritaba, como dice Martí “por el continente redimido”

América quedó en el olvido por cientos de años, hasta que a comienzos del siglo 20, cuando las grandes guerras volvieron a asolar Europa, los españoles perseguidos, o sobrevivientes de las luchas y revoluciones, volvieron sus ojos a estas tierras allende los mares, para cruzar nuevamente el océano de vientos, olas y tormentas, y fueron parte de esta naturaleza morena que les recibió generosamente, con una bienvenida en su misma lengua, la de Cervantes y del Quijote.

Y ahora son parte de nuestra historia común. Vinieron a soñar nuestros propios sueños y se quedaron, sintiendo que cada patria americana era su propia patria.

Finalmente, Cervantes no llegó a América, pero hoy pintores, escritores, cineastas, arquitectos, músicos y dramaturgos vienen y van tanto desde dentro como desde fuera de nuestras fronteras y con independencia de sus países de origen, son miembros de una misma y potente cultura, que se nutre de un idioma común, el idioma que hablaba y escribía Cervantes y que es la lengua de más de 400 millones de personas.

Andrea, una de las hermanas de don Miguel de Cervantes, al hacer referencia al escritor señalaba “ es un hombre que escribe y trata negocios, y por su buena habilidad tiene amigos". Miguel rondaba los 57 años y acababa de publicar la primera parte del Quijote, la misma que este año cumple 400 años.



miércoles, noviembre 30, 2005

INVESTIGACION HISTÓRICA

La Inquisición (sus comienzos en Europa)


Introducción

Este es un trabajo desarrollado hace algún tiempo y no publicado.
Como tantas cosas que atañen a la religión puede tener diferentes interpretaciones.
Mi enfoque es desde el punto de vista de una investigación, principalmente efectuada en varios viajes a la Biblioteca Nacional de España, y a la lectura de libros de diferentes autores.
Espero que les sea útil. Apu.

Capítulo I

En la Historia Universal uno de los pasajes más dignos de estudio, es aquel que consigna la influencia de la Religión, las diferencias y persecuciones que marcaron el nacimiento de naciones, y en muchos casos, el destino de poblaciones y culturas que quedaron bajo el dominio del Imperio Español, desde el descubrimiento de América, hasta el advenimiento de la monarquía Francesa, con los Bonaparte.

En ese lapso de la historia, que va desde 1479 hasta 1810 aproximadamente, la influencia de las divisiones en la Iglesia Católica, como el protestantismo en una parte de Europa y el Anglicanismo en Inglaterra, desató una fuerte lucha por defender lo que se llamaba “la verdadera Fe”.

No fue, sin embargo, una lucha de enfrentamiento de ideas, por el contrario, alineó, tras las distintas posiciones, a Reyes, Reinas y Emperadores, que procuraron defender sus conceptos religiosos, políticas y de conveniencia, con la fuerza de las armas, la persecución y las más crueles represiones, en uno y otro bando.

Como uno de los elementos que intervienen en el convulsionado mundo Europeo de los siglos XIII - XIV y posteriores, nace la “Santa Inquisición”, que fue un importante medio para obtener recursos económicos y apartar a eventuales enemigos, en beneficio, fundamentalmente, de los soberanos reinantes.

Es conveniente establecer una importante diferencia en la Inquisición, aquella de origen medieval y la que posteriormente se implantó en España, adquiriendo gran fuerza, durante el reinado de Felipe II, y donde probablemente se cometieron las mayores injusticias.

Muchas de sus actividades estuvieron directamente ligadas a las luchas por el poder tanto material como espiritual. A ratos quienes tenían la responsabilidad de la salvación de las almas cambiaban sus roles confundiendo el cielo con la tierra, y las oraciones con la riquezas. Por otra parte estaban los Reyes que no querían dejarse avasallar por el poder de Roma, queriendo establecer sus propias visiones religiosos, confusas y muchas veces utilizadas como justificación para satisfacer sus ambiciones.

Nadie puede erigirse en juez de esta causa.
El fenómeno de la Inquisición es parte de un proceso en que los hombres no quisieron escuchar la verdadera palabra de Dios, y pretendieron arrogarse la virtud y la ciencia para interpretarle.

Al cerrar la puerta a la ciencia, a la investigación y al entendimiento, negaron lo más precioso de la creación divina, la capacidad del ser humano de pensar y descubrir por sí mismo la verdad de una revelación diferente a como tan equivocadamente la interpretaron.
La inquisición medieval fue puramente Religiosa, buena o mala, equivocada o no, pero se mantuvo bajo el control de Roma.

La segunda Inquisición siempre tuvo un componente de los estados. Su uso más que religioso , fue político, lo que le hizo desviarse mucho más de los propósitos originales que le concibieron, constituyéndose en un factor de odiosa persecución entre quienes sustentaban las mismas creencias, como más adelante el estimado lector lo podrá corroborar.

ORÍGENES

Sus orígenes más lejanos podemos encontrarlos en los inicios del cristianismo, aunque no con las características crueles y arbitrarias que le distinguieron durante la edad media. Los podemos apreciar en las divisiones de algunas Iglesias, especialmente en aquellas que conservaban en parte ritos de la religión Judía, como mantener la circuncisión, que trajo muchas disputas del apóstol Pablo con los hebreos, especialmente aquellos convertidos al Cristianismo. Los que querían observar el sábado como día de reposo o muchas de las leyes mosaicas, que Jesús cambió o reinterpretó durante su ministerio en la tierra.

Algunos no reconocían a la segunda persona de la Trinidad un carácter divino igual a Dios Padre, sino que un nivel inferior. Estos eran conocidos como los “subordinacianos”. Había otros que no distinguían a las personas de la Trinidad, sino que la interpretaban como modos distintos de una misma persona “modalistas”.

Varias “herejías” se conocieron en los primeros años de Cristianismo. Había quienes creían que la venida de Cristo sería inmediata y se prepararon para ese acontecimiento. Otro grupo “los milenaristas” sostenían que Jesús volvería a la tierra a pasar mil años con los “escogidos”. Por su parte el “arrianismo” y el “macedonismo” se dedicaron a atacar la idea de la Trinidad. Finalmente los “peligianistas” negaban la encarnación de Cristo.

En la Iglesia primitiva de los primeros cuatro siglos después de Jesucristo, quienes eran acusados de herejía sufrían la pena de la excomunión, vale decir quedaban excluidos de la Iglesia, y desde el punto de vista espiritual condenados.

Como “Herejía” se define todo lo que atenta contra el dogma de fe, los conocimientos, tradiciones, sacramentos, rituales y usos de la Iglesia Católica.

Cuando los Emperadores Romanos, desde el siglo IV en adelante reconocen el cristianismo como religión oficial del Estado, la herejía adquiere una dimensión diferente, y quienes eran acusados de tal hecho pasaban a constituirse en enemigos de este, especialmente cuando sus acciones heréticas provocaban desorden público o actos de violencia.

El Papa Inocencio III , en el siglo XII, promulga la primera legislación punitiva como respuesta a una herejía surgida en el sur de Francia conocida como la doctrina “albigense” .La práctica de ella le pareció al sumo pontífice lesiva para el matrimonio y otras instituciones de la sociedad, organizando una cruzada en contra de los integrantes de esa comunidad. Sus esfuerzos se centraron También en la acción de sacerdotes que procuraron predicar la verdad del evangelio, procurando evitar la propagación de doctrinas falsas como la señalada.

Inocencio III (1160-1216), fue Papa entre los años 1198 y 1216. Su nombre era Lotario de Conti di Segni, hijo de un antigua familia de la nobleza Italiana. Estudió Teología en la Universidad de Paris, y aún cuando no había ejercido como sacerdote a los 37 años fue elegido Papa , por la unanimidad del Colegio de Cardenales, reemplazando al fallecido Papa Celestino III, declaró dos cruzadas, una para perseguir a los albigenses, en el sur de Francia y la IV Cruzada donde una parte de sus integrantes, el año 1204 se desviaron a la ciudad bizantina de Constantinopla y la saqueándola. Este hecho provocó enormes divergencias entre las iglesias griega y latina.

Los albigenses eran fervorosos seguidores del “maniqueísmo dualístico”, y derivan su nombre del pueblo de Albi, en el sur de Francia. Los albigenses creían que la existencia discurría entre dos dioses; un dios del bien y otro del mal. Se dividían en dos grupos, los creyentes y los perfectos, estos últimos llevaban una vida de gran ascetismo.

La denominación “maniqueísta” viene del inspirador de esa doctrina el sabio Persa Mani, nacido el año 216 d.c.Durante su infancia, a los 12 años y posteriormente a los 24 años, cree tener visiones en las cuales un ángel le designa profeta de una nueva revelación. Se proclama a sí mismo como el último de los profetas junto a Zoroastro, Buda y Jesús.

Su doctrina fundamental se basa en un Universo dividido entre la lucha del bien y del mal. Su doctrina se extendió a China, al imperio Romano y al Norte de África. San Agustín, considerado el mejor teólogo del siglo IV fue “maniqueísta” durante nueve años, antes de convertirse al cristianismo.

En las enseñanzas de Mani se basaron los albigenses, bogomilos y paulicianos, todos grupos heréticos para la Iglesia que fueron cruelmente perseguidos.

Sin embargo, la Inquisición no se inicia formalmente hasta el año 1231, cuando el Papa Gregorio IX, dicta los estatutos “Excommunicamus”. En ellos el Papa procede a reducir la responsabilidad de los obispos en los asuntos de ortodoxia, y somete a los “inquisidores” a la autoridad a la jurisdicción pontificia y estableció severos castigos a los transgresores de la fe.

El Papa Gregorio IX nacido el año 1147, ejerció el papado desde 1227 al 1241 año en que fallece. Se le considera el fundador de la Inquisición. Su nombre era Ugolini de Segni, nacido en Agnani. Estudió en París y Bolonia, su tío era el Papa Inocencio III, quien le nombra Cardenal el año 1198. Fue amigo personal de santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís. Mantuvo permanentes conflictos con Federico II a quien excomulgó por no cumplir la promesa de encabezar una cruzada.

El cargo de inquisidor fue asumido en un principio por los monjes Franciscanos y Dominicos, aunque finalmente prevalecieron, especialmente en España los religiosos de esta última orden, tanto que Santo Domingo era reconocido como el patrono de la Inquisición. Se estimó que ellos eran los más indicados para sumir esta “ardua” tarea por su preparación religiosa como por el desapego demostrado a las ambiciones mundanas.

Algunos historiadores señalan que el motivo que hizo al Papa Gregorio IX poner bajo su dirección a la Inquisición, era el temor a que Federico II, emperador del sacro Imperio Romano, asumiera esa tarea y la utilizara con fines políticos.

Federico II vivió entre los años 1194 y 1250, era emperador del Sacro Imperio Romano, Germánico y Rey de Sicilia donde se le conoció como Federico I.
Cuando fue coronado, Federico hizo una serie de promesas a la Iglesia, entre ellas el voto de emprender una cruzada a tierra santa. Finalmente el año 1227 decide dirigirse a Jerusalén, pero a los tres días de su partida regresa aduciendo una enfermedad, por lo cual el Papa Gregorio IX, de quien ya hemos hablado, procedió a excomulgarlo.
En el año 1245 el Papa Inocencio IV volvió a excomulgarlo, luego del concilio Lyón. Este Papa había debido huir a Francia ante las disputas violentas que mantenía con Federico II.

En sus orígenes la Inquisición solo estaba circunscrita para actuar en Alemania y Aragón, donde sus encargados se dieron a la tarea de encontrar herejes con gran afán.

Dos inquisidores, a quien el Papa nombrada directamente, eran los responsables de cada tribunal, contando con una serie de funcionarios que cumplían diferentes tareas, como notarios, alguaciles y otros.
La Inquisición

Capítulo II

La figura del inquisidor, desde el punto de vista jurídico, inspiraba un gran respeto dado la gran potestad de su cargo que le permitía hasta excomulgar príncipes.

Estos primeros inquisidores se instalaban en diferentes ciudades formulando un primer llamamiento para que los herejes, por su propia voluntad, se presentasen ante el tribunal.
La Inquisición podía iniciar un juicio contra cualquier persona que les pudiera parecer sospechosa. Todo aquel que se presentara voluntariamente y confesara su culpa se le imponían penas menores. Existía un período de gracia de treinta días para presentarse ante el tribunal inquisidor, de lo contrario se iniciaba un juicio formal con todas las penas y condenas estipuladas.

Si los inquisidores decidían juzgar a una determinada persona de la cual existían sospechas o denuncias formales de herejía, se publicaba un requerimiento judicial solicitando la captura y encarcelamiento. La policía de la inquisición buscaba a los requeridos quienes no tenían derecho a ningún tipo de asilo, como lo veremos más adelante en el caso de Diego de Susan, en Sevilla.

Sometidos a juicio, quienes le acusaban podían ocultar sus nombres, lo que se prestaba a enormes injusticias, afortunadamente está práctica fue eliminada posteriormente por el Papa Bonifacio VIII, quedando sin embargo tras de ese hecho una secuela de errores inmensos.

El Papa Bonifacio VIII fue electo como pontífice el año 1294 falleciendo el año 1303.Su nombre era Benedetto Gaetani, natural de Anagni - Italia - igual que Gregorio IX.

Mantuvo una permanente confrontación con el rey Felipe IV de Francia por un problema de tasas ilegales de impuestos cobradas al clero. El rey francés llevó a tanto su desavenencia con Bonifacio que le llegó a declarar reo de herejía, manifestando su intención de destituir al Papa.

Bonifacio llegó al trono papal de una manera bastante curiosa, fue sucesor del Papa Celestino V, quien era un modesto monje benedictino, ordenado como tal a los 17 años, retirándose muy pronto a vivir en una comunidad que el creó como eremita. De vida santa y muy respetada, fue elegido Papa el 5 de Julio de 1294, después que durante dos años los cardenales no se habían puesto de acuerdo a quien elegir como sucesor de Nicolás IV.

El Papa Celestino renunció cinco meses después voluntariamente , el 13 de diciembre de 1294, al sentirse incapaz de gobernar a la Iglesia, entregando su cargo a Bonifacio, quien para evitar cualquier problema con los seguidores de Celestino le mantuvo prisionero en el Castillo de Monte Fumone hasta su muerte en el año 1296.

Celestino V, el Papa de los cinco meses fue, sin embargo, canonizado el año 1313. Su fiesta se celebra todos los 19 de Mayo.

En el resto de Europa, aunque no en España, la inquisición observó algunos métodos más justos, como por ejemplo castigar a los testigos cuyo testimonio se demostrara como falso. Generalmente la pena era el encarcelamiento.

Al Papa Inocencio IV, en el año 1252, le cabe el triste privilegio de autorizar el uso de la tortura para obtener las confesiones de los “presuntos culpables”. En esas condiciones se producía un enorme contrasentido, ya que muchos para dejar de sufrir los dolorosos apremios a que eran sometidos, admitían todos los cargos, y como la inquisición establecía que la declaración de los prisioneros era bajo juramento, se asumía que lo dicho en sus confesiones era verdadero y no inspirado por los suplicios establecidos.

El Papa Inocencio IV, gobernó la Iglesia Católica entre los años 1243 y 1254. Su nombre era Sinibaldo Fieschi, nacido en Génova y con estudios de derecho en las universidades de Parma y Bolonia. Fue consagrado Obispo de Albenga en el año 1225. Dos años después fue nombrado cardenal.

Vivió en constante lucha con Federico II y posteriormente con el hijo de este Conrado IV.
Cuando fue electo Papa dejó Roma, para radicarse en Génova donde se sentía más seguros sus muchos desacuerdos con el emperador Federico le obligan a huir a Francia, donde en el concilio de Lyón (1245), obtiene la condenación de Federico II y que se le quite la corona.

En estos primeros años de la Inquisición los castigos eran relativamente “suaves” si se consideran los que posteriormente se aplicarían en toda Europa en el siglo XV y posteriores. Tanto para los que confesaban “espontáneamente” como para quienes eran declarados culpables, las sentencias se dictaban públicamente al término de los respectivos procesos. A esta ceremonia pública se le llamaba sermo generalis o auto de fe.

Los castigos de los condenados podían ser muy variados e iban desde peregrinaciones obligatorias, un suplicio público, pagar una multa o cargar una pesada cruz. Aquellos que habían sido descubiertos haciendo falsas acusaciones - costumbre que luego se olvidaría - debían lucir unas cintas de tela roja cosidas a sus vestiduras. En casos graves se podía llegar a la confiscación de las propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa era la condena a cadena perpetua. Cuando los religiosos entregaban al culpable de herejías a las autoridades civiles ello era equivalente a una sentencia de muerte, comúnmente en la hoguera.

Aunque en sus comienzos, como está dicho, la inquisición dedicó sus esfuerzos a combatir a los albigenses y a los valdenses, luego se empeñaron a perseguir a brujas y adivinos. La Inquisición se desataría de manera feroz durante el reinado de los Reyes Católicos en España, prosiguiendo con igual furia durante los reinados del emperador Carlos V y su hijo Felipe II.
La Inquisición

Capítulo III

La herejía de Lutero

Durante el reinado de Carlos V la Iglesia Católica se ve enfrentada a una de sus crisis más importantes, conocidas en la antigüedad como la “herejía de Lutero”, situación en la que intervino directamente el emperador en procura de obtener una reconciliación al interior de la Iglesia amenazada con un cisma mayor.

Martin Lutero nació en Eisleben el 10 de Noviembre de 1483. Descendía de una familia de humilde extracción campesina, lo que no fue problema para recibiera una buena educación. El año 1501, cuando contaba tan sólo con diecisiete años, se matriculó en la Universidad de Erfurt, licenciandose el 1502 y terminando un doctorado tres años después.

Luego de una fallida incursión para estudiar derecho, ingresó al monasterio de la orden Agustina en la misma ciudad de Erfurt. El año 1506 hizo sus votos de monje y posteriormente en 1507 se ordenó sacerdote.

Su amigo y consejero Johann von Saupitz, quien era vicario general de los agustinos lo introdujo en la educación universitaria licenciándose en Teología el año 1509, en la universidad de Wittenberg.

Los primeros indicios de lo que sería su posterior separación de la Iglesia Católica se producen cuando visita Roma el año 1510 representando a siete monasterios agustinos. Se cuenta que pese a observar una actitud extremadamente piadosa y de gran respeto, quedó negativamente impresionado por la vida mundana del clero de la Santa Sede.

Al regresar de su peregrinaje a la ciudad santa, reponía sus estudios en la universidad de Wittenberg doctorándose en Teología., asumiendo la cátedra de teología bíblica, la que mantuvo hasta su muerte.

Como estudioso de la teología, Lutero, llegó a convencerse que la salvación se produce por la gracia de Dios de todo aquel que la acepta por la fe. Pensaba que los méritos propios o las buenas obras no bastaban para salvarse. Y que la fe de salvación provocaba buenas obras en las personas.

Este fue uno de sus primeros enfrentamientos con la Iglesia a la que pertenecía, a los que luego


EL SANTO OFICIO

El año 1542, el protestantismo alentado por Lutero preocupa mucho al Papa Pablo III, quien ve a estos como una peligrosa amenaza por su penetración en Italia, estableciendo a iniciativas, entre otros, del cardenal Juan Pedro Carafa en Roma , la congregación de la Inquisición , conocida por muchos como la “inquisición Romana” y “el Santo Oficio”.

El Santo Oficio o inquisición romana, variaba en que especialmente se dedicaba a los temas internos y doctrinales de la Iglesia. Estaba en su origen constituido como tribunal por seis cardenales, entre los cuales, en el primer tribunal que se organizó, se encontraba Carafa.

Durante el primer decenio de actividades los trabajos fueron bastante modestos y alejados de la inquisición tradicional, de tortura y muerte, pero cuando el Cardenal Carafa asumió el papado bajo el nombre de Pablo IV en 1555, inició una persecución activa de todo aquellos que pudieran representar una desviación de la santa doctrina, cayendo bajo su mano obispos, cardenales, como el Inglés Reginald Pole, curas y monjas. Elaboró en 1559 un índice de libros prohibidos por atentar contra la fe y la moral.

Reginal Pole nació el 3 de marzo del año 1500 en Stafforsdshire. Era miembro de dos familias importantes de Inglaterra los Tudor y los Plantagenet. Su madre Margaret, era nieta del rey Eduardo IV de Inglaterra. Como prelado católico se opuso a la reforma religiosa de Enrique VIII, pese a que en el año 1530 había viajado a Roma para obtener la aprobación eclesiástica al divorcio de Enrique, que era su primo. En Italia el Papa Pablo III le hizo cardenal.
Enrique VIII puso precio a su cabeza, cuando se enteró que tenía contactos con sus opositores en los Países Bajos .En represalia su madre fue ejecutada el año 1541.
A la muerte de Eduardo Vi, quien era hijo y sucesor de Enrique VIII, Pole fue nombrado Arzobispo de Canterbury, el 22 de marzo de 1556,pero en el año 1558 el Papa Pablo IV le destituyó llamando a presentarse ante la Inquisición.
La Reina María, sobrina de Pole, intercepto la orden papal. Pole murió al poco tiempo, el 17 de noviembre de 1558.

Lo que pocos saben es que el tribunal del Santo Oficio se mantuvo activo hasta el año 1965, cuando el Papa Paulo VI atendiendo a numerosas quejas, le puso fin creando en su reemplazo la “Congregación para la doctrina de la Fe”.

GALILEO GALILEI

Fue el tribunal del Santo Oficio el que acusó y condenó a Galileo, en una demostración de la más supina ignorancia, en el año 1633.

Nació Galileo el año 1564, cerca de Pisa Italia el 15 de febrero. Su padre se llamaba Vincenzo Falilei, siendo un destacado músico de su época.

Inició sus estudios en la escuela de los monjes de Vallombroso, ingresando a la universidad de Pisa a estudiar medicina el año 1585, pero luego de cambiarse a estudiar filosofía y matematicas, dejó la universidad sin título alguno.

En 1589 se emplea como profesor de matemáticas en su ciudad natal, derribando al poco tiempo algunas teorías Aristotélicas, como su famosa demostración, refrendada varios siglos después por una de las misiones Apolo en la luna, que en un ambiente desprovisto de atmósfera, dos cuerpos de distinto peso caerían a la misma velocidad y no a velocidades diferentes o proporcionales a su peso como afirmaba Aristóteles.

Inventó un compás de cálculo para resolver problemas matemáticos, la ley de la caída de los cuerpos y la trayectoria parabólica de los proyectiles.

Sus problemas con la Inquisición se inician cuando coincide con las teorías de Copérnico que sostenía que la tierra giraba en torno al sol. La iglesia de esa época apoyaba la idea de Aristóteles y Tolomeo que el sol giraba alrededor de una tierra que no se movía y era eje del universo y de la creación.

El año 1614 un cura florentino denunció públicamente a Galileo y a sus discípulos por sus enseñanzas contrarias la doctrina. En una larga carta Galileo afirma que el conocimiento científico no puede interpretarse a la luz de la enseñanza bíblica, y que ninguna concepción científica debería convertirse en artículo de fe de la Iglesia.

A comienzos de 1616, los libros de Copérnico fueron censurados, en tanto que el cardenal Jesuita Roberto Belarmino, que siempre defendió a Galileo, le pidió que no insistiera en sus afirmaciones de que la tierra se movía en el espacio. El cardenal le pidió que utilizar sus conocimientos como hipótesis de trabajo e investigación, pero que se abstuviera de tomar en forma literal los escritos de Copérnico.

En 1624 pidió licencia de la Iglesia para publicar un libro que quiso titular como “Diálogo sobre las mareas”, seis años después se le autorizó a publicarlo pero bajo el nombre de Diálogo sobre los sistemas máximos”.

Pese a contar con autorizaciones oficiales eclesiásticas, igual fue citado a Roma por la Inquisición para procesarle acusado de “sospechas graves de herejía”.

Galileo fue obligado a abjurar de sus creencias científicas y condenado por la Inquisición a prisión perpetua, pena que le fue conmutada por la prisión domiciliaria. Los ejemplares de su libro fueron quemados y la sentencia de su condena leída públicamente en todas las universidades.

Galileo murió ciego, el 8 de enero de 1642 en Arcetri, cerca de Florencia.

La condena a Galileo no es, a nuestro entender, responsabilidad exclusiva de la Iglesia Católica, esa culpa es compartida por una serie de profesores universitarios, filósofos, probablemente envidiosos de la lucidez del gran científico. Ellos fueron los que argumentaron ante los teólogos para que le condenaran.

Recién el año 1979, el Papa Juan Pablo II abrió una investigación para revisar la condena de la Iglesia al astrónomo y físico. Casi 13 años después, una comisión especial reconoció el error e injusticia que se había cometido con Galileo.

La Inquisición sirvió muchas veces, especialmente en España, para ventilar viejas rencillas conventuales, incluyendo envidias y odios entre curas de una misma congregación, como es el caso de la disputa de los Inquisidores dominicos con el Arzobispo de Toledo, de su misma orden, Bartolomé de Carranza.

En el siguiente capítulo, en que de manera muy resumida se abarca los períodos de reinado de los Reyes Católicos y de su biznieto Felipe II, procuraremos mostrar qué fue este tribunal, que avergonzó a la Iglesia.

También, les quedará en claro que más que una acción institucional, fue obra de hombres que actuaron con propósitos absolutamente desviados de todo principio religioso o enseñanza Cristiana.

Podemos criticar, aunque resulta difícil hacerlo en el contexto de los tiempos modernos que vivimos, al Papado por su falta de persistencia y mayor severidad en actuar frente a los evidentes abusos. Sus protestas fueron débiles y sus acciones absolutamente nulas.