martes, noviembre 29, 2005

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Construyamos puentes

Gestión por competencias, pérdida del temor al cambio, agregar valor a la gestión, enfocarse en los objetivos estratégicos, capacidad de trabajar bajo presión, buscar soluciones innovadoras, crear productos nuevos, orientación al cliente, hacer sociedad con el proveedor, mejora continua, son algunos de los elementos con los cuales quienes desarrollamos cargos gerenciales amanecemos cada día.

Cada una de esas necesidades o desafíos, sin embargo, pasan por las personas. En el pasado nos enseñaron que las personas pasan y las instituciones quedan, me atrevo afirmar que no todo es certeza en esa afirmación. Las empresas que no basan el éxito de sus negocios en las personas están condenadas al fracaso.

Las personas son las que generan ideas, se auto motivan o son motivadas por la alta gerencia, por el clima laboral, por las recompensas económicas o por el reconocimiento que se les hace. Podríamos, entonces, aseverar que las personas pasan y dejan su impronta, que hace crecer a las empresas. Son ellas, las personas, quienes generan los cambios y hacen que las cosas ocurran.

Don Federico Bentin Mujica un destacado empresario latino americano dijo ya en la década de 1950, “Empresa que no cambia no crece, empresa que no crece muere”.

He leído un libro que muchos gerentes quisiéramos haber leído hace más de una década, porque a mi modesto entender está dirigido a las personas, aquellas a las que equivocadamente se les denomina “recurso humano”, como si de un insumo se tratara. Prefiero la denominación personas ya que de esa manera les damos el perfil humano que representa a un ser integralmente inteligente, capaz de aprender, desaprender, reciclar conocimientos y adoptar actitudes.

“Cambio personal y desarrollo de la capacidad competitiva” está escrito por un Psicólogo – Rigoberto Brito López - y un Ingeniero Benjamín Trajtman Grossman - , vale decir por alguien que es capaz de analizar al ser en su dimensión potencial, humana y de sus procesos mentales y por un profesional que en la materialización de las obras precisa de personas con amplias capacidades en lo imaginativo y en lo práctico.

La esencia profesional de los autores, nos lleva a otro punto.

¿Cuánto vale una persona en una empresa?

Es una pregunta que solo podemos responder con tres palabras – por sus competencias – que es el valor que agrega en la gestión de su cargo.

La empresa moderna requiere de personas que sean capaces de desarrollar y emplear sus competencias. Crecer en torno a ellas y asumir los desafíos de un mundo, tan cambiante, que obliga a estas a un constante reciclaje.

Cuando en los negocios, de la índole que estos sean, hablamos de “misión, visión, valores, credo”, no se trata de definiciones redactadas con frases rimbombantes y con compromisos idealizados, se definen de manera sencilla para que sean asumidos como propios por las personas y en torno a ellos desarrollen sus habilidades naturales o adquiridas, mediante el conocimiento continuo.


La visión de nuevos horizontes; las ideas claras, definidas, fáciles de perfilar en acciones concretas, son un capital que en el mundo globalizado, competitivo y del presente se necesitan.

En el libro, entre otro interesante material, su autores nos presentan un novedoso modelo integral para el cambio personal, y el desarrollo de la capacidad competitiva, definiendo dos grandes áreas denominadas “inmovilizadores”, que caracterizan nuestra identidad y “ movilizadores” que caracterizan el movimiento hacia la autorrealización.

Debo confesar que me tomó bastante tiempo analizar desde un punto de vista práctico, esta propuesta. Ahora, si tomamos lo definido como “inmovilizadores” en el sentido positivo que representa la base en que se asienta la personalidad de cada cual, quedan claras las posibilidades que tenemos de producir cambios que potencien nuestras capacidades de los cuatro aspectos que se definen como movilizadores.

En el mundo globalizado que vivimos debemos pensar, por ejemplo, en la formación de una cultura organizacional centrada en las personas y orientada a sus clientes. Quienes trabajan para ella deben percibir que son importantes, que tienen campo para realizarse, que viven un clima de constante motivación y en donde las proposiciones no son privilegios de las jefaturas, sino un aporte de todos.

Vivimos el momento de las empresas que han “horizontalizado” sus estructuras, eliminando la burocracia y el exceso de controles. Las que privilegian la capacitación constante eligiendo el camino de trabajar en equipo de manera efectiva y consecuente, como parte de su cultura organizacional.

Definimos como cultura organizacional al conjunto de valores, creencias y principios compartidos entre los miembros de una organización.

Según J. Camppel hay siete características que al ser combinadas revelan la esencia de la cultura de una organización.

1.- Autonomía individual. Libertad para desarrollar la iniciativa personal.

2.- Estructura – normas y reglas – que pudiera limitar la iniciativa individual.
3.- Apoyo. Grado de asistencia de la alta gerencia a sus subordinados.

4.- Identidad. Medida en que las personas se identifican positivamente con su organización.

5.- Recompensa al desempeño. Criterios claros para premiar la iniciativa, la creatividad y el trabajo bien hecho.

6.- Tolerancia del conflicto. Esto en el sentido de ser honesto y abierto ante las diferencias.

7.- Tolerancia del riesgo. Cuanto la organización estimula a ser activos, innovadores y correr riesgos.

En el marco de todo lo señalado y en el entendido que las empresas están constituidas por personas que mutuamente ligan el éxito entre sí, propugnamos una educación, con nuevas propuestas académicas. Una educación que tienda puentes en que se comuniquen la enseñanza media con la Universitaria.

Debemos buscar una vía de comunicación entre esa Universidad tradicional encerrada en sus habitáculos académicos, donde, salvo honrosas excepciones, parece existir una desconexión con el mundo real.

Hay que construir, también, un puente entre la Universidad y la empresa. Dejemos que entre una brisa de aíre fresco, al entender que el ser humano tiene potencialidades predecibles y otras, que al desarrollarse claramente, nos pueden llevar a organizaciones más amables, ágiles, creativas y de promisorio futuro.


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